Hay una poderosísima imagen de Giorgione que recoge una escena íntima entre Madre e Hijo. El cuadro ha sido subtitulado de mil maneras, «Virgen con el Niño», «Virgen con el Niño y una vista de Venecia», y la que ilustra mejor cuanto se ve, «La Virgen y El Niño leyendo». Porque eso es lo que sucede, la Madre lee y El Niño está en postura de atender. Es tal la belleza de la composición que, aunque ambas figuras aparecen en silencio y recogidas, se advierte un explícito estado de familiaridad entre ambos, una especie de complicidad silenciosa, el aura de una dignidad compartida.
Hoy celebramos la Fiesta de un Dios visible. Una visibilidad nada perturbadora, por cierto, porque nos hallamos ante un Bebé, nacido de las entrañas de una Mujer, con el que es fácil interactuar. No estamos ante una infinitud gaseosa, sino ante una Persona. El infinito se nos escapa, pero podemos abrazar a una persona, y Dios viene para estar prendido en el calor del hombre. Hay un artista español que ha dibujado recientemente una ventana gótica con vistas a un cielo azul de papel pintado, y lo ha denominado «Sagrario». Pero cada sagrario no contiene una impresión de infinito, sino una Persona de cuerpo entero, con corazón, el mismo corazón que se inició en el día 22 del embarazo.
Es verdad que todos llegamos al mundo con inquietud de trascendencia, y esos barruntos los acusamos cuando nos acercamos al fuego o penetramos en un bosque, porque percibimos señales de un Pedagogo que «mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura, prendidos los dejó de su hermosura» (S. Juan de la Cruz). Pero desde que Dios se ha dejado ver en Persona, pide una relación, como esa Madre que lee a su Hijo. Desde hoy, 25 de diciembre, sabemos que Dios y el hombre buscan conversación, un trato, una ligazón de por vida. San Juan Damasceno decía a los maestros que pintaban retratos de Cristo que, al tiempo, fueran dejándose hacer por Él. Dejo aquí el texto.
«¿Cómo pintar lo que no tiene ni cantidad, ni medida ni forma? ¿Cómo pintar lo que no tiene cuerpo? ¿Cómo administrar la proporción a un rostro que no lo tiene? Mientras Dios sea invisible no pintes iconos. Pero una vez que has visto al que sin cuerpo llegó a ser verdadero hombre, haz la imagen de la forma humana. Cuando lo invisible llega a ser visible encarnándose, pinta lo que se parece a lo invisible. Dibuja pues sobre tu lienzo y avanza en la contemplación del que ha aceptado ser visto»
Con una Persona así no se puede establecer una migaja de relación. Nuestra vinculación, aunque morganática porque Él es el Rey, es una aventura en la que los dos nos la jugamos, y atenta contra el mismísimo instinto de conservación de la especie, por esa insensatez del amor verdadero, que no repara en lo propio.