Comentario Pastoral

COMIENZA LA SEMANA SANTA

Con el domingo de Ramos comienza la Semana Santa, el período más intenso y significativo de todo el año litúrgico. En ella se celebra el acontecimiento siempre actual, sacramentalmente presente y eficaz, de la pasión, muerte y resurrección del señor. La Semana Santa, que culmina con el festivo “Aleluya” de Pascua, se abre con el episodio de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Agitando palmas y ramos de olivo se revive en la procesión el triunfo de Cristo. Pero estas aclamaciones de alegría durarán poco tiempo, pues enseguida resonarán las notas dolorosas de “la pasión de Jesús y los gritos hostiles contra él, que a pesar de ser inocente, fue condenado a la muerte de cruz. Muchos de los que hoy gritan “hosanna” el viernes gritarán “crucifícalo”.

Mueve a meditación contemplar a Jesús sentado sobre un pollino, en medio de tanto tumulto y aclamaciones y ramos agitados. Jesús sabe a donde va, por eso avanza entra la multitud con ánimo sereno. Es consciente de que los aplausos del domingo de ramos se tornarán en silencio, insulto o petición de muerte dentro de pocos días.

Hoy comienza de nuevo los días de la Pasión con los mismos papeles y actores que el año 33: los espectadores indiferentes, los que se lavan las manos siempre, los cobardes que afirman no conoce a Cristo, los verdugos con sus látigos y reglamentos. Y la misma víctima dolorida, infinitamente paciente y llena de amor, que dirige a todos su mirada de interrogación, de ternura, de espera. Y se siguen distribuyendo los papeles, para que empiece el drama. ¿Quién interpreta a Simón de Cirene? ¿Quién quiere ser Judas? ¿Quién va a hacer de Verónica?

La pasión no basta con leerla en el texto evangélico; hay que meditarla, asumirla, encarnarla en la propia vida pudiendo ser el actor que queramos. El relato de la pasión nos hará ver a lo vivo los signos del sufrimiento de Cristo, que es traicionado, escarnecido, cubierto de esputos, flagelado y crucificado. Su ejemplo altísimo de docilidad a Dios y de cumplimiento de la voluntad divina es la más esclarecedora expresión y el gesto más profundo y auténtico de amor, que llega hasta derramar la última gota de sangre para salvar a todos.

Entremos, pues, en la Semana Santas; entremos en el Misterio Pascual que hoy se inicia, disponiéndonos a vivir estos días en sintonía perfecta con Cristo.

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Isaías 50, 4-7 Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
san Pablo a los Filipenses 2, 6-11 san Marcos 15, 1-39

Comprender la Palabra

La primera lectura pertenece a la parte del Segundo Isaías (Is 40-55) donde se encuentran cuatro fragmentos de especial belleza literaria y profundidad teológica:

Los «Cánticos del Siervo de Dios»(Is42,1-9;49,1-7;50,4-11;52,13-5312).

La lectura presenta al Siervo como profeta y como sabio que está a la escucha de Dios para realizar su misión que le proporcionará graves dificultades y sufrimientos. La fuerte personalidad del Siervo realiza diversas tareas en el cumplimiento de su misión. La Iglesia cristiana proclama esta lectura en el pórtico de la Semana Santa en la que Jesús va a realizar la parte central de su misión a través de su muerte y resurrección. A las puertas de estos días tan importantes para los creyentes (y para la humanidad, porque Jesús es importante para toda la humanidad) estas palabras reflejan la situación del ánimo de Jesús. La intención de Jesús es llevar adelante el mandato que ha recibido de su Padre y este mandato es de vida a través de la muerte. Nosotros hemos de volver a la escuela del Siervo para escuchar atentamente una palabra que alcanza nuestro ser, que tiene sentido y lo ofrece a nuestras vidas.

La lectura apostólica corresponde a la Carta de Pablo a los Filipenses. El texto que leemos hoy es un himno que san Pablo ha tomado de la liturgia cristiana primitiva con algunas añadiduras introducidas por el mismo apóstol. Este himno recoge armónicamente los tres estadios de la vida de Jesús, Dios-Hombre: preexistencia, presencia en la historia de los hombres, exaltación y glorificación. Hoy, y siempre, el creyente necesita volver al encuentro con la luz del amor de Dios. Jesús en la Cruz y en la Gloria alcanza a todos los hombres y mujeres de toda clase social, cultural o religiosa. Está en medio de los hombres como un estandarte liberador adaptándose y acomodándose al nivel de sus oyentes. La sabiduría de la Cruz se adquiere en el encuentro con ella, en su acogida por una fe personal y madura, en la acción de gracias y la experiencia perseverante. Todos son invitados a vivir estas maravillas del amor de Dios que tienen como meta la gloria feliz para todos y para siempre.

El relato de la Pasión tiene en Marcos un particular relieve. Se ha dicho de este evangelio que todo él es «un relato de la pasión precedido de una larga introducción». La Pasión empieza en Marcos con la escena de Betania, en la que una mujer unge a Jesús. Sigue la Última Cena, con la institución de la Eucaristía y con el anuncio de la traición de Judas. La oración de Getsemaní va seguida por el bochornoso abandono de todos los discípulos y la negación de Pedro. El relato es conveniente leerlo por entero para poder captar la gran lección de generosidad que Cristo da al entregarse como reconciliación entre Dios y la humanidad.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones


EL TRIDUO PASCUAL

El Triduo pascual comienza con la misa vespertina de la Cena del Señor el Jueves Santo (NUALC, 19). La rúbrica del Misal destaca la importancia de esta celebración eucarística y pascual, recordando que están prohibidas todas las misas sin pueblo, para que toda la comunidad local con sus sacerdotes y ministros participen en la eucaristía vespertina. El ordinario del lugar puede permitir la celebración de otra Misa, en caso de verdadera necesidad y siempre que los fieles no puedan participar en la misa vespertina. En esta celebración tiene lugar después de la homilía el lavatorio de los pies, como gesto que recuerda la lección de humildad y servicio que Jesús quiso unir a su memorial. Al final de la Misa se traslada solemnemente el Santísimo Sacramento al lugar de la reserva para la comunión al día siguiente. Se recomienda que los fieles dediquen algún tiempo en la noche a la adoración, recomendando la supresión de la solemnidad pasada la media noche.

En la feria VI de la pasión del Señor, denominación litúrgica del Viernes Santo, la Iglesia, según una antiquísima tradición, no celebra la eucaristía en este día ni al día siguiente. La celebración de este primer día del Triduo pascual se centra en la inmolación del Cordero que quita el pecado y en la señal de su muerte gloriosa: la Cruz. Los fieles tienen ocasión de pasar con Cristo, a través del misterio de su Pasión, Muerte y Sepultura, a la luz de la Resurrección. La acción litúrgica de la Pasión del Señor debe comenzar después del mediodía, hacia las tres de la tarde, a no ser que por razones pastorales haya que posponerla a una hora más tardía. El Viernes Santo es día de ayuno, pero no penitencial como el cuaresmal, sino pascual: nos hace vivir el tránsito de la pasión a la resurrección, recomendándose que se guarde también durante todo el Sábado Santo.

El Sábado Santo es también un día alitúrgico, de silencio, meditación y ayuno, hasta que, llegada la noche, se da comienzo a la Vigilia pascual, momento verdaderamente culminante del Tríduo pascual. Esta Vigilia pascual, que forma parte del domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, debe hacerse de noche, de tal modo que o comience después de iniciada la noche o acabe antes del alba del domingo (NUALC, 21). La Vigilia pascual, no es, por tanto, una Misa vespertina, sino la acción liúrgica más importante tanto del Triduo pascual como de todo el Año litúrgico. La Eucaristía de la noche santa de Pascua tiene un cariz especial como anuncio eficaz de la Muerte del Señor y alegre proclamación de su Resurrección en la espera gozosa de su Venida.


Ángel Fontcuberta

 

Para la Semana

Lunes 30:
Isaías 42,1-7. No gritará, no voceará por las calles.

Sal 26. El Señor es mi luz y mi salvación.

Juan 12,1-11. Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
Martes 31:
Isaías 49,1-6. Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.

Sal 70. Mi boca contará tu salvación, Señor

Juan 13,21-33.36-38. Uno de vosotros me va a entregar…No cantará el gallo antes e que me hayas negado tres veces.

Miércoles 1:
Isaías 50,4-9. No me tapé el rostro ante ultrajes.

Sal 68. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.

Mateo 26,14-26. El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero ¡ay del que va a entregarlo!
Jueves 2:
Éxodo 12,1-8.11-14. Prescripciones sobre la cena pascual.

Sal 115. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

1Corintios 11,23-26. Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.

Juan 13,1-15. Los amó hasta el extremo.
Viernes 3:
Isaías 52,13-53,12. El fue traspasado por nuestras rebeliones.

Sal 30. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

Hebreos 4,14-16;5,7-9 Aprendió a obedecer y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación.

Juan 18,1-19,42. Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Sábado 4:
Gn 1,1-2.2. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Sal 103. Envía tu espíritu, y repuebla la faz de la tierra.

Gn 22,1-18. El sacrificio de Abrahán nuestro padre en la fe

Sal 15. Protégeme. Dios mío, que me refugio en ti.

Ex 14.15-15,1. Los israelitas entran en medio del mar, a pie enjuto.

Sal: E 15.1- 18 Cantaré al Señor, sublime es su victoria.

Is 54,5-14. Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.

Sal 29. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Is 55,1-11. Venid a mí y viviréis, sellaré con vosotros alianza perpetua.

Sal: Is 12,2-6. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

Bar 3,9-15.32-14,4. Caminad a la claridad del resplandor del Señor.

Sal 18. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

Ez 36,16-28. Derramaré sobre vosotros un agua pura y os daré un corazón nuevo.

Sal 41. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Rm 6,3-11. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no muere más.

Sal 117. Aleluya, aleluya, aleluya.

Mc 16,1-7. Jesús, el Nazareno, el crucificado, ha resucitado.