Con el Domingo de Ramos comenzábamos ayer la Semana Santa. Un año más Jesús nos pregunta al comenzar los días santos ¿Me acompañas?

No es fácil acompañar a Jesús en su subida al Calvario, ¡nada fácil! Pero ¡qué necesario! El Evangelio de este Lunes Santo nos sitúa en Betania y lo primero que llama la atención es el contraste entre los doce y María de Betania (Jn 12, 1-11)

El ambiente está cargado y muy contrario a Jesús. El pueblo teme y los enemigos son muy fuertes. Gran oposición. Jesús se retira a Betania. Jesús ha anunciado ya por tercera vez su pasión. Pero los evangelistas dicen que los doce no se enteran de nada: No comprendían lo que les decía…

María de Betania lo nota y quiere tener un gesto de amor. Entiende porque tiene una fe de acuerdo con la mentalidad de Jesús, tenía la mente de Cristo.

¿Queremos acompañar a Jesús? ¡Qué necesaria es la mentalidad de Cristo para ir a la pasión! Por eso los apóstoles no van.

María de Betania lo entiende. Entiende que está cerca la hora y que va a perder a Jesús… Va escuchando las palabras de Jesús y en su corazón se va forjando una idea.

“le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera”. Marcos dirá: “quebró el frasco y se lo derramó sobre la cabeza”.

En primer lugar unge los pies: signo de perdón. Como pecadora está arrepentida… ¡Así es como nos podemos acercar a la pasión, ¡pidiendo perdón!

A continuación rompe el frasco, no se guarda nada. ¡Qué gran actitud para acompañar a Jesús! ¡No guardarse nada! Ante la entrega de Cristo yo respondo con mi entrega.

Finalmente la casa se llenó del olor del perfume. ¿De qué perfume se trata? Algunos autores hablan del amor reparador. Así vamos a la pasión, con las ganas de reparar el amor de Jesús. ¡Sufre Él las consecuencias de nuestro pecado!

¿Qué hacen los doce? No entienden nada pero callan, en cambió Judas salta Judas. No entiende y además, se enfada y corrige a Jesús. ¡Tampoco acompaña!

Y nosotros ¿estamos dispuestos a acompañar a Jesús a la pasión? Entremos en la pasión desde Betania.