“¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿de qué te glorías? El que se gloría que lo haga en el Señor”. Así nos dice San Pablo en la primera carta a los Corintios. Todo lo que tenemos, desde el mismo aire que respiramos y que consideramos tan nuestro, desde los miembros y los pensamientos que creemos secretos, todo lo hemos recibido de Dios. Este hecho es ya de por sí desconcertante porque nos sitúa en el status de criaturas completamente dependientes de Dios. Aceptar esta verdad es comenzar a hacerse humilde. Pero queda un paso ulterior. Resulta que lo hemos recibido gratis, no porque no hayamos pagado por ello no pudiendo así reclamar algo en retorno, ¡sino porque no tenemos que pagarlo en absoluto! Lo que Dios nos ha dado es “a fondo perdido” que es como se da el amor y todo lo que lo significa. Más aún, nos ha dado una especie de “cheque en blanco” al hacernos libres. Y de todas las cosas que hemos recibido gratis (si es que a ciertas realidades se las puede llamar “cosas”) la más grande es el amor de Dios. Y es que el amor solo puede darse gratis y solo puede recibirse gratuitamente. No tenemos que merecer el amor de Dios, Cristo lo mereció por nosotros. Solo tenemos que recibirlo…y ahora Cristo nos pide que lo demos a los demás igualmente gratis. Pero de un modo concreto: ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios… Los discípulos recibieron el poder de Dios para realizar esas acciones maravillosas, y lo recibieron gratis. Por eso Cristo les pide que lo den igualmente gratis. Los dones o talentos que hemos recibido de Dios han sido gratuitos: la alegría, la inteligencia, el sentido del humor, la dulzura, la empatía, la conversación agradable, la amabilidad…¿y pensamos exigir a los demás algo a cambio de eso? ¿Cuánto cuesta dar un abrazo o regalar una sonrisa? ¿Cuál es el precio de escuchar durante media hora? ¿Cuál es el precio que he puesto a mis minutos? ¡Si el tiempo me lo ha dado Dios gratis! Y me lo seguirá dando en la medida que lo regale, con una sonrisa, a ser posible.
Que María nos enseñe a ser generosos con lo que nos ha sido dado. Amén.
Cuando somos almas agradecidas, apreciamos verdaderamente la grandeza de ser, de existir, y entonces la vida recibida se manifiesta en acción de gracias a los demás…y Dios que se fia por completo de nosotros obra milagros…como sanar o echar demonios…¿ Podemos creer esto?… ¿Pedimos desprendernos de nuestras seguridades y confiarlo todo en Él?
Padre, ABBÄ; En tus manos pongo mi vida para que la orientes a darme con Tu Divino Amor a mis hermanos, a mi familia. Madre, intercede: Amén