Decía C.S. Lewis que el dolor es el megáfono de Dios . Nos encontramos con personas, incluso cercanas, que viven como «hipnotizadas» por la comodidad y ¡ «encerradas» en darse gustos, con los ojos cerrados a la realidad. Pero cuántas veces la pérdida de un ser querido (san Antonio), una bala de cañón (san Ignacio de Loyola), una circunstancia adversa (san Felipe Neri), la traición de unas amigas (santa Bonifacia), una dura enfermedad (beata Chiara Luce), etc.; siendo grandes sufrimientos, han hecho madurar y sacar lo mejor de sí a infinidad de personas, de santos.

Cuando en la revelación del profeta Zacarías aparece un ángel-hombre dispuesto a medir las magnitudes de grandeza de Jerusalem, sin duda está midiendo a la nueva ciudad que resurgiendo de las ruinas del dolor y la destrucción, ha sido reconstruida, tras la dispersión del pueblo en Babilonia.  Y la nueva ciudad ha crecido, se ha purificado, se ha dilatado, abriendo sus puertas y ahora Dios puede habitar en ella con toda su gloria.

¡Cómo resuenan estas palabras en mi experiencia! Después de aquel dolor no querido por Dios pero acogido en su plan para mi salvación, Cristo ha hecho en mí una gran obra: me ha abierto el corazón a los demás, me ha hecho más solidario con los que han sufrido como yo, me ha purificado de muchas tonterías y me ha centrado en lo realmente importante. ¡¡Así la medida de mi alma se ha engrandecido!!

¿Qué alquimia milagrosa es ésta? Es sin duda la que ha obrado Jesús en su pasión y cruz por mí, por tí, por cada dolor. Los apóstoles no querían escuchar a Jesús en sus presagios de sufrimiento. No parecían entenderle cuando le veían rodeado de éxito y aplausos. Pero luego entendieron, tras la Pascua, que el Evangelio es buena noticia, para todos los momentos: malos y buenos. El evangelio se había encarnado para elevar a santidad las fiestas y los gozos de cada hombre, pero también para transformar (en esa alquimia divina) cada sufrimiento en una ocasión de purificación, crecimiento personal y salvación por el amor.

«Meteoslo en la cabeza» dice el Señor, grabadlo bien, el hijo del hombre va a meterse en el dolor por amor a tí, para que cuando venga el dolor te metas tú en Él y amando como él (con perdón, con fortaleza, con mansedumbre, con ánimo) dejes que tu corazón se engrandezca, y cayendo todo lo que tenga que caer, quede en pie, sobre todo, la verdad.