PARACAIDISTAS¿A qué estarías dispuesto a atreverte? Así formulada, la pregunta siempre provocará respuestas que rocen la locura, porque asociamos riesgo, osadía, arrojo, a una acción propiamente aventurera. Ayer estuve viendo un vídeo en Facebook en el que cuatro brasileños se bañaban en una playa peligrosísima, un lugar amurallado por acantilados donde la marea subía inesperadamente y los conducía a una zona de rocas, pero a ellos, inconscientes del peligro, se los veía felices. ¿Atreverse? A lanzarse desde un avión en paracaídas. Siempre decimos cosas así.

Pero el arrojo profundamente humano, el que no se queda en una acción individual y adolescente, es hacer un hueco en mi alma y dejar que otra
persona entre en mi corazón. Eso sí que es un reto. Así lo decía el director de teatro, Albert Boadella, en una entrevista reciente, «El hombre busca por instinto la felicidad. Y hay una contradicción inmensa, porque parece que por instinto la felicidad consiste en conseguir cosas para uno mismo. El gran descubrimiento del cristianismo es la donación, ésa es la felicidad. Si no la descubres en la vida, se te hace más dura en sí misma. Pensar en el otro antes que en ti, la clave es dar. Siempre lo he intentado en mi vida. Cuando no lo he practicado, aquel momento no se corresponde con las etapas mejores de mi vida».

En el siglo VII antes de Cristo, la poetisa Safo, nacida en Grecia y adoradora de la diosa Afrodita, escribió, «La osadía mas grande a la que se puede aspirar es la del amor, que provoca abandonarse en alguien y entrar en pobreza». Hay dos palabras tan valiosísimas en este texto que
conviene recuperarlas en nuestra vida. «Abandonarse» y «entrar en pobreza». Cuando el Verbo se hizo Carne abandonó su «posición» en las Alturas y entró en la pobreza de pasar inadvertido, dejándose usar por el hombre. Como dice el Señor, amar a los que nos aman es fácil, dejar espacio al que me acaricia de continuo y me dice lo bueno que soy, es más propio de la especie gatuna que de la humana. La gata pequeña se
deja criar por su madre sin poner reparos. La familia de sangre es fácil, pero salir al encuentro de alguien y dejarle hueco, amar desinteresadamente, abandonarse a quien me pide ayuda, eso es sólo posible con la ayuda de Quien se anonadó por mí.