La soberbia y el servicio son incompatibles porque lo propio del servicio es la humildad. Esta reconoce que ante Dios nuestro Señor, todos somos unos pobres inútiles que ni siquiera, al final de día, hemos hecho lo que teníamos que hacer. Pues i siquiera el primera mandamiento logramos cumplir. Por eso, todo lo que sobrepase esta hermosa oración al finalizar el día se arriesga a pecar de soberbia.

En el examen de la noche (sana práctica que ayuda a ponerse ante Dios) es hermoso situare como siervo , pobre e inútil, reconociendo la propia miseria, para que le Señor del banquete nos diga: “amigo, pasa más adelante”. Pero ¿quién se atreverá a enarbolar sus propios méritos ante Dios si, como nos dice el apóstol Pablo, no hay nada que no hayamos recibido? Ni siquiera nuestros talentos son nuestros y, por si fuera poco, falta saber si los aprovechamos como es debido.

Sin duda esta oración es la adecuada. Trae serenidad y paz al corazón porque se abandona en la misericordia del Padre…recuerda a la oración de Pedro a orillas del lago: “soy un siervo inútil, ni siquiera hice lo que tenía que hacer…pero tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Que María, la humilde esclava del Señor, nos enseñe en su escuela lo que es la humildad. Amén.