PREPARAR LA NAVIDAD

No es aconsejable abandonarse «al acaso» y confiar en la fortuna; es arriesgado no ser previsor. La vida nos enseña que se deben preparar las cosas importantes, lo cual es signo de madurez y de interés. Se preparan los acontecimientos especiales: los viajes, las oposiciones, las comidas, etc. ¿Hemos preparado la Navidad? ¿Nos hemos preparado para celebrar el acontecimiento salvador de Dios?

Es evidente que en el mes de diciembre se preparan las próximas fiestas. Se preparan los regalos, los belenes domésticos, los árboles con sus luces y espumillón, etc. Por doquier brilla un frenesí comercial. Se encienden muchas luces en las calles, quizá sin caer en la cuenta de que lo más importante es iluminar el espíritu. No basta enviar christmas con deseos de felicidad. Es preciso merecer la alegría verdadera.

La Navidad, tan evocadora y sugerente con sus mil matices y vivencias, no se puede improvisar. En este domingo último de Adviento se nos ofrece el ejemplo de quien mejor preparó y vivió la principal Navidad de la historia: la Virgen María.

María no se quedó en Nazaret, no se refugió en su casa, se puso en camino para visitar a su prima Isabel y ayudarla. La actitud de María es una seria interpelación a nuestros egoísmos y cerrazones, es decir, a nuestro mal planteamiento de preparación de la Navidad sin abrirnos a los demás.

María fue aprisa, llevando la Salvación dentro de sí, a repartir y compartir la alegría en casa de Zacarías e Isabel. Nosotros, cuando todavía falta muy poco para Nochebuena, ¿nos hemos puesto en camino por algo o en favor de alguien?, ¿hemos ido a comunicar a los otros la paz y la alegría, que hacen saltar por dentro ante la proximidad de Dios Salvador?

Fracasa quien reduce la Navidad al mero ambiente familiar, quien piensa solo en sí mismo. La Navidad es eminentemente social, abierta a todos; es diálogo, cercanía y encuentro con el hermano; es encarnación en los problemas de nuestro mundo, en los gozos y fatigas de los hombres de todas las razas y culturas; es disponibilidad hacia quienes están solos y oprimidos.

Seremos «benditos» en Navidad, como la Virgen, si llevamos dentro a Dios, si transmitimos lo que es fruto de la fe: la paz, la alegría y el amor sin límites.

Andrés Pardo

 

 

Palabra de Dios:

Miqueas 5, 1-4a Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19
Hebreos 10, 5-10 san Lucas 1, 39-45

de la Palabra a la Vida

Como la liturgia del cuarto domingo de adviento no se centra en preparar la segunda venida del Señor -parusía- sino en celebrar la primera – navidad-, las lecturas que escuchamos en este domingo se entienden desde esta perspectiva. Hoy se nos habla del nacimiento de un niño.

En el pasaje evangélico de la visitación de la Virgen María a Isabel, ésta es caracterizada como profetisa que confiesa la fe de la Iglesia con sus palabras: «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?». Nos visita «mi Señor» en el seno de su madre. Por eso, la primera y la segunda lectura nos descubren al niño que va a nacer, pero con un gran contraste: la profecía de Miqueas anuncia al que nacerá en Belén de Efrata como un pastor con el poder del Señor, jefe de Israel. Es tan grande su poder, que la Iglesia estalla impaciente en el Salmo: ¡Restáuranos, sálvanos, visítanos!.

Pero a continuación, escuchamos en la carta a los Hebreos una descripción sorprendente de este niño: que entró en el mundo con un cuerpo para poder ofrecerse como víctima expiatoria. La fortaleza de la profecía y la obediencia de Hebreos. El dominio del oferente, del sacerdote, con la debilidad de la ofrenda, de la víctima.

La preparación para la celebración de la Navidad consiste en que tomemos conciencia de que solamente la fe reconocerá al pastor y al cordero, al sacerdote y a la víctima, al Hijo de Dios en el hijo de María. La paradoja en estas lecturas no es más ni menos que el misterio de la humanidad y divinidad de Cristo. El hombre podrá celebrar la Navidad si entra en ella guiado por la fe de Isabel, que descubre en el niño al pastor que viene para reinar, pero que solo extenderá su reinado en la cruz.

La celebración de la liturgia, que hacemos en la pobreza de su primera venida, es preparación para el cristiano que quiere encontrar la gloria de la segunda. Si, llenos de fe, somos capaces de confesar al Señor que nos visita en la celebración, podremos esperar confiados, a pesar de las dificultades de la vida, su vuelta.

Lo que el ángel anunció a María se cumplió en su Natividad: con su misma fe, también se cumplirá en nosotros la promesa de contemplar su gloria en la Parusía.

Diego Figueroa

 

al ritmo de las celebraciones


Las ferias mayores del adviento

A partir del día 17 de diciembre (caiga en el día de la semana que caiga), la Iglesia da comienzo a la segunda parte del tiempo de adviento. En la primera, desde su inicio hasta el 17, la Iglesia nos ha invitado a mirar el misterio de la Parusía, a preparar la segunda venida del Señor, aquella que no sabemos cuando será pero que todos podrán contemplar.

A partir del día 17, volvemos nuestra mirada a preparar la celebración de la Navidad, primera venida del Señor, que sabemos cuando sucedió pero que solo unos pocos vieron. Las lecturas de la misa, los protagonistas de las mismas y las oraciones de la misa nos anuncian el nacimiento de un Mesías Rey.

Cobran especial importancia también los nombres con los que Cristo es llamado: los encontramos en la antífona del Magníficat, en Vísperas, y también en el versículo del Aleluya. Todos ellos definen al que nace por nuestra salvación y su obra salvadora entre nosotros.

 

Diego Figueroa

 

 

Para la Semana

Lunes 21:

Cant 2,8-14. Llega mi amado, saltando sobre los montes.

o bien: Sofonías 2,14-16a. El Señor será el rey de Israel en medio de tí.

Sal 32. Aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo.

Lucas 1,39-45. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Martes 22:

1 Samuel 1,24-28. Ana da gracias por el nacimiento de Samuel.

Salmo: 1Sam 2,1-8. Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador.

Lucas 1,46-56. El Poderoso ha hecho obras gran¬des para mí.
Miércoles 23:

Malaquías 3,1-4.23-24. Os enviaré el profeta Elías antes de que llegue el día del Señor.

Sal 24. Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Lucas 1,57-66. El nacimiento de Juan Bautista.
Jueves 24:

2 Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16. El reino de David durará por siempre en la presencia del Señor.

Sal 88. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Lucas 1,67-79. Nos visitará el sol que nace de lo alto.
Viernes 25:
La Natividad del Señor.

Isaías 52,7-10. Los confines de la tierra verán la victoria de nuestro Dios.

Sal 97. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios

Hebreos 1,1-6. Dios nos ha hablado por su hijo.

Juan 1,1-18. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
Sábado 2:
San Esteban, protomártir.

Hechos 6,8-10;7,54-60. Veo el cielo abierto.

Sal 30. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Mateo 10,17-22. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre.