Nos vamos acercando más a la celebración del misterio de la Encarnación en la Navidad. Hoy encendemos la cuarta vela de la corona de Adviento, la luz cada vez más intensa nos anuncia la inminente llegada de nuestro Salvador. Quedan ya pocos días para que la luz del mundo, que ilumina toda tiniebla encienda, su luz en nuestros corazones.

Durante el adviento la liturgia nos ha propuesto centrar nuestra mirada en varias ocasiones en la persona de María, hoy nuevamente, el evangelio nos vuelve a hablar de la Madre de Dios. Nos presenta un aspecto muy importante para el Papa Francisco de la Virgen, nos presenta a María en camino, saliendo al encuentro de Isabel. La Virgen es icono de la Iglesia, y en María vemos lo que la Iglesia está llamada a vivir. Por eso el evangelio de hoy nos recuerda las palabras insistentes del papa Francisco desde que inició su pontificado, la Iglesia en permanente salida.

Os cito el número 46 de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, un número clave y paradigmático: “La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad”.

Es una paradoja que en la Navidad, que es un tiempo propicio para que los cristianos vivamos en salida hacia los demás, nos centremos en nosotros y caigamos en encerrarnos en nuestra comodidad. En mi opinión no está reñida una celebración familiar de la Navidad con una celebración misionera y atenta a las necesidades de los demás. Hace unos días compartía con una chica que me expresaba su deseo de hacer una experiencia de voluntariado en África. Le pregunté de dónde le venía aquella inquietud, y me contó el origen de su espíritu misionero. Me dijo que cuando era pequeña solía escribir una carta a los reyes magos, los cuales acostumbraban a contestarle siempre. Un año pidió muchos regalos y los reyes magos le dijeron que había muchos niños que no tenían ni tan siquiera un buzón donde poder echar su carta. Le hablaron de un niño en África que solo tenía un balón de tela para jugar. Al año siguiente ella no pidió nada para sí misma, sin embargo pidió un balón para este niño. Los reyes le escribieron diciendo que su carta les había conmovido y que gracias a su generosidad no solo le habían regalado un balón a ese niño, sino que además habían construido una escuela en su honor es ese lugar de África.

Cuando escuché la historia de esta chica pensé: ¡este es el verdadero espíritu de la Navidad! La Navidad es entrega, es generosidad, es compartir, es dar de lo nuestro, de lo que necesitamos a los demás. Esta chica me dijo, cuando crecí descubrí que aquello que los reyes me dijeron podría hacerlo realidad, descubrí que esas cartas que mis padres me escribían de parte de los reyes habían despertado en mí el deseo de hacer algo realmente por los demás, me sacaron de mi egoísmo.

Esta historia también me habla de la importancia de la educación de los niños en la fe, desde pequeños, podemos ayudarles a descubrir el verdadero sentido de lo que celebramos. Podemos dar un giro en sus corazones, del consumismo a la generosidad. Del centramiento en nosotros mismos, del “ombliguismo” a los demás.

María, queremos contigo ponernos desde ya en salida, ayúdanos a vivir este año la Navidad en función de aquellos que nos necesitan, ayúdanos a ser una Iglesia en salida, una Iglesia familia en salida.

Ven Señor Jesús, te necesitamos.