El Evangelio de hoy es una gran provocación por parte de Jesús: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecino ricos…”
Pero, ¿cómo que no invite a mis amigos, a hermanos, a parientes o a los vecinos bien situados? ¡Pero si es lo más espontáneo, lo que me nace del corazón, lo que hace todo el mundo! ¿Es que Jesús nos pide ir en contra de nuestras relaciones más cercanas y naturales?
Vivimos en una sociedad muy jerarquizada y muy categorizada por las distintas razas y sobre todo por los distintos niveles de vida. Cada vez hay menos personas con un poder adquisitivo fuerte y más personas que llamamos “de exclusión social”. A todos nos gusta tener amigos en buenas posiciones que nos ayuden en un momento dado o cuya amistad nos facilite la vida. Queremos que nuestros hijos estén en los mejores colegios y no se mezcles con niños problemáticos, que son considerados como “la chusma”. Hay culturas como la africana o la árabe, que asociamos a una clase social más baja o incluso peligrosa ideológicamente.
Jesús viene a romper con nuestros esquemas mentales y viene a ensanchar nuestro concepto de familia y de amistad. Jesús no nos pide descuidar a nuestra familia biológica ni a nuestros amigos más íntimos, sino nos pide ampliar el círculo a la Familia de Dios, donde precisamente los que no son valorados socialmente son tomados en cuenta.
“Serás bienaventurado cuando invites a pobres, lisiados, cojos y ciegos, porque no pueden pagarte”
Jesús nos está proponiendo la verdadera felicidad que está en amar como Dios ama: sin pedir nada a cambio. Cuando empezamos a amar así podemos sentirnos “utilizados”, tontos o ingénuos, pero en realidad estamos amando al estilo divino. Lo importante es descubrir que “la paga” es estar amando con Jesús, estar haciéndome uno con él, comulgando de vida a vida. Atravesando nuestros sentimientos que no están acostumbrados a este tipo de amor, Jesús nos promete el sabor de la felicidad más auténtica.
Tenemos el ejemplo de algunas personas que se han lanzado a amar de esta manera a aquellos vecinos que nadie aguanta, a ese compañero de trabajo que solo piensa en sí mismo, a aquellas personas que un revés en la vida les ha dejado sin medios económicos, etc.
Que cada uno de nosotros podamos dar pasitos en este tipo de amor y experimentemos en la práctica lo que significa amar como Dios nos ama: sin recibir nada a cambio.