Constantemente nos da la sensación de que los discípulos de Jesús (nosotros) no nos comprenden la mayoría de la gente. Cuando intentas expresar que es Jesús para ti o como ves la vida y los acontecimientos del día a día desde tu fe en Él, parece que estás hablando en chino. En ocasiones se ríen de ti o te miran con cara de que estás flipado. Otras veces te dan palmadas en el hombro de manera condescendiente y, con mirada irónica, diciéndote que hay que pisar tierra. La verdad es que los enamorados del Señor siempre hemos sido unos incomprendidos y lo seremos. Hasta el punto, dice Jesús hoy en el evangelio de Lucas, que seremos perseguidos y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por mi nombre.

La verdad es que no me extraña por la interpretación que le da hoy en la lectura el profeta Daniel al rey Baltasar de su visión. Ser fieles a la verdad y sinceros con todos por obediencia a Dios, conlleva muchos peligros y uno es la incomprensión de los demás. Pero, cuando te suceda esto y te sientas así, date cuenta de que inútil siervo eres y no estas solo. No sólo eres recompensado por el Señor de la Vida, sino que El no te abandona y está contigo para iluminarte y poner palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Esto requiere una sincronización y sinergia con Jesús que no se consigue en un momento. Es el resultado de una vida de camino y vivencia del discipulado, madurando nuestra fe y pidiéndole la gracia de crecer en ella. Es tener puesto nuestro corazón, además de la cabeza, en Dios. Es vivir como salvados que somos y la incomprensión no tendrá importancia; Jesús te comprende y tu comunidad cristiana también.