Martes 16-1-2018 (Mc 2,23-28)

 

«¿Por qué hacen tus discípulos en sábado lo que no está permitido?». Después de la difícil experiencia del exilio en Babilonia y tras el contacto con otros pueblos como el griego y el romano, los judíos descubrieron en la Ley su seña de identidad más profunda. Para no asimilarse al resto de los gentiles y perseverar en la fidelidad a la Alianza con Dios, dieron cada vez más importancia al cumplimiento exacto y riguroso de los numerosos preceptos escritos de la Ley. Sin embargo, esta práctica, en sí misma buena, dio lugar a una interpretación “farisea” y legalista que fue duramente criticada por Jesús. Siempre existe lo que se podría llamar la tentación de los “buenos”: de aquellos que buscan cumplir la voluntad de Dios en su vida, pero la convierten en una mera apariencia, en un cumplimiento vacío, en un formalismo legal que sólo conduce a considerarse “puros” y superiores al resto de los mortales. También hoy, muchos cristianos podemos caer en esta tentación.

 

«¿No habéis leído nunca lo que hizo David?» Ante la dura acusación de los escribas y fariseos de violar el sábado, uno de los preceptos más importantes de la Ley, Jesús recurre a la misma Escritura. Puesto que no es una discusión sobre preceptos humanos sino sobre la voluntad de Dios, el Señor les remite a la misma Palabra divina. Así, les echa en cara que han dejado de lado esta Palabra de vida y salvación y han reducido su contenido a una serie de normas, casos y formas que la dejan en letra muerta. Por eso, olvidan lo verdaderamente importante. Jesús nos muestra que nosotros debemos volver una y otra vez a la Escritura para vivir según el Evangelio y no según nuestras reducidas interpretaciones humanas. Como cristianos, debemos aprender a contrastar nuestra vida con la Palabra de Dios para hacer siempre su voluntad. Y esto sólo lo conseguiremos si cada día en la oración leemos y meditamos esa misma Palabra.

 

«El Hijo del hombre es señor también del sábado». En la discusión con los fariseos, Jesús no sólo acude a la Escritura santa, sino que se pone a sí mismo como el centro de la Ley, apareciendo como su verdadero intérprete. Es más, ya que el sábado fue instituido por Dios al descansar en el último día de la Creación, al llamarse “señor del sábado” se sitúa en el mismo plano de Dios. El cristianismo no es ante todo una religión del un libro sagrado, de una doctrina o de unas normas morales. Nuestra religión se basa en la centralidad de la persona de Jesucristo. Él es el verdadero sábado, es decir, el verdadero lugar y tiempo del encuentro con Dios. Sólo en Él encontramos al Dios vivo y verdadero que nos da el descanso definitivo y eterno. Sólo a través de Él podemos entrar en la intimidad y familiaridad con ese Padre que nos ama infinitamente. Sólo con Él llegamos a ser en verdad hijos de Dios.