Una de las primeras cosas que llaman la atención de la vida de los mártires es como cuando son llevados a juicio o cuando se les somete a las más indecibles torturas responde con sencillez aplastante a los requerimientos de sus verdugos. En algunos casos resultan hasta cómicas las respuestas, así San Lorenzo, se quejaba en la parrilla de que sólo se había asado de un lado o San Mauro cuando le introdujeron en el agua en la que debía ser escaldado se quejó de que estaba fría. Hoy nos encontramos con algo similar en el relato de los Hechos de os apóstoles, Pedro y Juan responden con sencillez a los sumos sacerdotes, ellos no van a prohibirles predicar, porque misionar, llevar el evangelio, anunciar el kerygma es algo que simplemente no pueden dejar de hacer.
Cuando conocemos a Dios, nada hay que pueda separarnos de su amor. Conocerle nos introduce en una dinámica nueva, en la que poco importa perder la vida o oponerse a las autoridades, lo verdaderamente importante es que Dios pueda ser conocido por todos, que a todos llegue su mensaje de salvación. que distintos somos los cristianos del S. XXI, muchas veces cuando puede surgir la crítica o el conflicto pues nos sentimos avergonzados y nos callamos. Tal vez nuestra falta de entusiasmo, sea lo que más daño hace a la Iglesia.
Y es que, cuando no somos capaces de responder con fe a los desafíos del día a día, nos estamos «casando» con los valores del mundo, hablamos y como tierra, dice el Evangelio de hoy. Aquello de lo que halamos habitualmente es lo que nos preocupa, a lo que dedicamos tiempo, y si entre nuestros temas no está Dios, podremos preguntarnos qué espacio le estamos dejando en nuestra vida.
El mensaje de la Pascua siempre es optimista, puede que necesitemos cambiar algo en nuestra vida cristiana, pero la oportunidad de ese cambio es diaria, siempre Dios espera que nos resituemos y le miremos fijamente a los ojos y así podamos vivir en plenitud.