Tal vez una de las cosas más costosas en enfrentar a alguien con la Verdad. Tal vez por eso lo de la verdad está tan desprestigiado y atacado. De verdades absolutas y universales hemos pasado a “mi verdad”, “tu verdad”, y todo dentro del máximo respeto de tal manera que podemos decir con Groucho Marx: “Estos son mis principios, y si no le gustan…, tengo otros”. Ayer una madre me hablaba, me lloraba, de su hijo con problemas de drogas y violencia, pero que no quería hablar con nadie, no quería confrontar su vida con nadie y seguir viviendo en su mundo particular, aunque destrozase su vida y la de todos los que le rodean. Pocas cosas hay más tristes que vivir sin el esplendor de la verdad, haciendo que todo sea relativo, dependiendo de las circunstancias o el momento que estoy viviendo. 

«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la Ley por mediación de ángeles, y no la habéis observado» Se comprende el santo celo de Esteban que no tiene pelos en la lengua para decir la verdad a los ancianos y escribas. No crea una comisión interdisciplinar para el dialogo interreligioso. No, anuncia la verdad aunque en ello se juegue la vida. Y el fruto del amor a la verdad es la misericordia: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» La misericordia mal entendida casi nunca da como fruto la verdad.

Pero ¿cuál es la verdad? «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed» La verdad es Jesucristo, presente en la Eucaristía. Cuando leo documentos o intervenciones sobre asuntos de fe en los que no se nombra a Jesucristo, ni al Espíritu Santo y Dios se queda en una idea vaga y difuminada me pongo bastante enfermo. Me acuerdo de un documento de la Santa Sede, no diré cual, que la única vez que se nombraba a Jesucristo era en la fecha. ¿Por respeto? Lo dudo, más bien me huele a miedo entregar la vida por la Verdad y buscar el aplauso y la adulación.

No tengamos miedo a la verdad. No tengamos miedo a hablar de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en nuestras familias, con nuestros amigos y hasta a nuestros enemigos. Más vale que les duela un poco aquí en la tierra que les duela toda la eternidad. Tal vez alguien piense que esto es poco dialogante, pero yo no puedo dialogar si no hay unos principios claros de los que se parte. Sin amor a la verdad el dialogo se convierte en palabrería vacía que no atrae a nadie y cansa mucho o en un dialogo de besugos. Hacen falta pastores que guíen a su rebaño a los mejores pastos no al vertedero. Hacen falta padres y madres valientes en educar a sus hijos en la fe, sin delegar en el colegio o la parroquia exclusivamente. Hacen falta jóvenes valientes que quieran seguir al que es la Verdad entregando su vida, hacen falta niños que sepan buscar la verdad y encontrarla, hacen falta ancianos que nos recuerden que, tras toda una vida, sólo Dios basta.

Hoy nos ponemos bajo la protección de San Esteban y de nuestra Madre del cielo para que nunca tengas alergia a la verdad, aunque nos juguemos la vida. Y la verdad nos hará libres.