El lenguaje es muy rico y muy complicado. Algunos dicen que el español es de los idiomas más difíciles de aprender (no debe ser cierto, yo lo hablo desde niño y me paso el día peleándome con el inglés). Y dicen que el español es difícil pues, en ocasiones, las palabras tienen un significado muy distinto dependiendo en qué país ( o zona del país) la uses. Por ejemplo, copio de una página web: En el español común, un buzo es alguien que se mantiene sumergido en el agua respirando mediante determinados aparatos. Sin embargo, la palabra «buzo» tiene otros significados. En Argentina también es una sudadera; en Chile y Costa Rica, unos pantalones deportivos; y en Guatemala, este vocablo se usa para referirse a quien es muy bueno haciendo algo determinado.
Así que yo no soy buzo en casi nada.
Esto puede llevar a situaciones divertidas, la cosa es mucho más preocupante cuando oyendo hablar a otro católico empiezas preguntarte si de verdad tenéis la misma fe…, y me pasa mucho más frecuentemente de lo que desearía. El demonio disfruta creando división en el cuerpo de Cristo como disfrutarían los soldados romanos rompiendo su carne con el látigo.
El pecado existe, pero ayer veíamos que todo pecado tiene perdón si se pide misericordia.
La unidad de la Iglesia, que no es uniformidad, no es una característica prescindible en la Iglesia, los decimos en el Credo: La iglesia es Una. ¿De dónde viene esa unidad?
En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
La unidad de la Iglesia viene en que todos seguimos a Cristo. Santos y pecadores con ganas de convertirse. La fe no es una ideología que se vaya dividiendo en distintas facciones, ni es un sentimiento más o menso fuerte. La fe es decir: Iré a donde vayas. Y tendré oros compañeros de camino que no los elijo por afinidad, simpatía o santidad. A cada uno se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Lo que me une es que todos seguimos a Jesús y anunciamos a otros que vale la pena seguir el camino que Él nos marca. Si alguien quiere seguir otra camino está en su derecho, libres nos quiere Dios. Pero que no se convierta en Mesías. Como en todo grupo de caminantes habrá distintos ritmos, roces e incomprensiones, por eso dirá San Pablo: “Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz”. Porque habrá quien vaya saltando, otro cantando, otro meditando, otro muy charlatán y otro muy silencioso, mientras nos levantemos y sigamos a Cristo, ¡bendito sea Dios! A algunos el peso de nuestros pecados nos hará avanzar más lentamente, a otros más cerca de la santidad les saldrán alas en los pies…, pero siempre detrás de Jesús, siguiéndole a Él, no a nuestras ocurrencias.
María es como esa banderita que llevan algunos guías turísticos para no perder a su grupo. Mirándola a ella siempre sabremos por donde camina Jesús y podremos seguirle unidos.