JUEVES 2 DE JULIO DE 2020 (SEMANA XIII TO CICLO A)
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,1-8):
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados están perdonados», o decir: «Levántate y anda»? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados.»
Dijo, dirigiéndose al paralítico: «Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»» Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados
Esta es la historia real de cuatro sorpresas en torno a Jesús.
Nos fijamos primero en la primera sorpresa. No es aún Jesús quien sorprende, sino los amigos del paralítico, que lo hacen bajar por el techo, pero porque confían en la capacidad de Jesús de sorprendernos.
Y como toda buena sorpresa, produce una inquietud: ¿por qué abrieron un boquete en el techo para descolgar al paralítico, y por qué tanto empeño en llevarle a Jesús? Cada uno tiene una respuesta a esta pregunta. Busca la tuya, pero no sólo en la razón, sino en el corazón, no sólo en la razón, sino en la fe.
Nos fijamos en la segunda sorpresa: la sorpresa de todos de ver que Jesús, en lugar de curarlo, le perdona los pecados.
Y como toda buena sorpresa, produce una inquietud: ¿porque crees que Jesús hizo esto? ¿Acaso además de la salud del cuerpo esta la salud del alma? También en este caso, sólo tu fe te permitirá contestar. Y no basta contestar con un sí o con un no, sino que hace falta contestar hasta donde si y hasta donde no.
Nos fijamos en la tercera sorpresa de Jesús que, para que crean en el poder que tiene para perdonar pecados, hizo el milagro de que el paralítico pudiera andar.
Y como toda buena sorpresa, produce una inquietud: ¿por qué crees que Jesús hizo este gesto, además de para liberar a aquel hombre de su parálisis? Aquí ya no sólo es que sólo la fe te podrá guiar a encontrar una respuesta, sino una fe verdadera, que no es asentimiento a unas verdades, sino confianza en el amor de Cristo, inseparable de un poco, al menos un poco, de amor confiado hacía Él.
Nos fijamos por último en la impresión que se llevaron todos los presentes de lo que habían presentado: “Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: Nunca hemos visto una cosa igual”.
Y como toda buena sorpresa, produce una inquietud: ¿Tu también te habrías quedado atónito? ¿De qué más cosas te quedas atónito (te sorprendes), de Jesús?
Jesús nos deja atónitos siempre. SU Ternura y Amor inconmensurable Él no recrimina, Perdona, Cura las almas, más importante que las dolencias del cuerpo
…. Y perdona también desde la Cruz. ¡Gracias Señor!
A diferencia de los escribas, la multitud se llena de asombro y glorifica a Dios ante la curación del paralítico. La gente está impresionada por el poder de perdonar los pecados manifestado en la curación, y se alegra porque Dios ha concedido tal poder al Hijo del hombre.
Como no Adorarle? Después del Calvario que tuvo que pasar por la maldad e injusticias humanas, Él desde la Cruz nos perdona y carga con nuestro pecados
Para encontrar respuesta a las cuatro sorpresas hay que buscarlas desde: «… sino una fe verdadera … confianza en el amor de Cristo…»
En resumen es «CREERLE A JESÚS» no ir detrás del milagro del Sr, sino tras el Señor de los Milagros, es algo SOBRENATURAL!!!.
Él no hace «un milagro»… Él nos salva del pecado y de la muerte, y es la salud de cuerpo y alma la que nos dá. Quedamos atónitos porque nos dá, no lo que buscamos, sino lo que necesitamos;Él es nuestra esperanza, nuestra salvación… y nosotros le pedimos «muy poco… poquísimo…» sin poner en Él nuestra confianza, sin percibir su inmenso amor y sin colaborar en la corredención. Somos paralíticos de cuerpo y de espíritu, ciegos, sordos, mudos, insensibles, ignorantes de su amor.
Señor, no soy digno de tu Amoŕ. Desde muy pequeño, siempre te pedía un rinconcito en el cielo, sigo insistiendo, no me dejes fuera Señor