MIÉRCOLES 17 DE FEBRERO DE 2021

(MIÉRCOLES DE CENIZA)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
 

La limosna que no cuenta

Con el Miércoles de Ceniza comenzamos la cuaresma, con la que la pedagogía de la Iglesia nos propone prepararnos, personal y comunitariamente, a la celebración y actualización renovada del Misterio Pascual: la pasión, la muerte, y la resurrección de Cristo. Las lecturas de este día nos dan las claves de esta preparación:

El libro de Joel nos muestra como en la Antigua Alianza se vivían también tiempos especiales marcadas por el arrepentimiento “de corazón” por la infidelidad a la alianza con Dios, y la confianza creciente en la misericordia de Dios.

Estas dos actitudes se vuelven oración sincera en el salmo 50, el miserere, en el que la prioridad está en la petición de la gracia de Dios para que nos conceda un “corazón puro”.

San Pablo en su segunda carta a los Corintios nos presenta la novedad de la Nueva Alianza en relación con la misericordia de Dios: el don de Cristo, del que, sin haber pecado, entregó su vida como expiación por nuestros pecados.

Y Jesús, en el relato del Evangelio de Mateo, nos propone dar un nuevo sentido, desde la humidad y la discreción, a tres viejas prácticas penitenciales: el ayuno, la oración, y la limosna, que expresan tres cosas complementarias: tener gestos de arrepentimiento (ayuno), pedir el don de la misericordia (oración) y ser nosotros mismos misericordiosos (limosna).  

En una ocasión el Papa Francisco explicó el verdadero sentido de la limosna, recordando esta afirmación paulina: “Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza”. Y explicaba:

Que el “para enriqueceros con su pobreza” no es un juego de palabras ni una expresión para causar sensación, sino “la síntesis de la lógica de Dios”. Porque “Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica”. Sino que “la pobreza de Cristo es la mayor riqueza”, y Cristo “nos invita a enriquecernos con esta rica pobreza y pobre riqueza suyas”. Es más, “la riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza”.

Por eso mismo, “la miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza”. Y distingue tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual: Si la miseria material es fruto de la injusticia social, la miseria moral es fruto del pecado personal, pero también del pecado social que ha promovido la miseria material. Y la miseria espiritual -la sustitución de la fe y de la esperanza por la autosuficiencia- es consecuencia a su vez de la miseria moral.

A la miseria material se la combate con la caridad y la justicia, a la moral y a la espiritual con la misericordia. Y a las tres no se las combate desde la pobrísima riqueza, sino desde la riquísima pobreza. La Cuaresma por eso “es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele (…) Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”, nos dice el Papa.

Desde hace varios años que existe un poderoso lobby organizado y financiado en Estados Unidos dedicado a difamar al Papa Francisco, y a promover y financiar cualquier tipo de desinformación y agresión verbal contra él. Michos son los motivos por los que la elección del Cardenal de Buenos Aires como sucesor de Pedro fue mal recibido en algunos círculos de poder financiero y político en Estados Unidos, y que fueron aumentando paulatinamente a lo largo de estos años de su pontificado. Desde el primer momento molesto al puritanismo norteamericano protestante compartido por gran parte de los católicos de origen anglosajón. Enfatizar la importancia pastoral del discernimiento y del acompañamiento personales con situaciones irregulares, o con familias rotas por la pobreza, no es el tipo de discurso moralista basada en la “teología de la prosperidad” que también muchos católicos heredaron del “sueño americano”.

Pero todas estas diferencias no dejan de estar en un segundo plano ante la secular resistencia a reconocer la Doctrina Social de la Iglesia. Ya sabían los todopoderosos empresarios católicos de Estados Unidos que cuando el Cardenal Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires, aborrecía esos actos de la alta sociedad argentina, copiados de los de Estados Unidos, consistentes en lujosas cenas y subastas benéficas que utilizaban la escusa de la limosna para fortalecer confianzas comerciales y políticas.