“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas”. Sin embargo, esta frase del Evangelio es usada por muchos sin ninguna referencia a Dios … reduciéndola a un humanismo sin Dios. Se convierte en una mera cuestión de cortesía, hay que tratar a los demás con la misma consideración que tratamos a las focas o a las ballenas (no estamos en contra de los animales).
¿Por qué tratar bien a todo el mundo, excepto a Dios? De esta manera, se acaba tratando mal a todo el mundo. Vemos frecuentemente insultos contra la Iglesia, burlas a las creencias de las personas, a Dios hecho un personaje de risa y un desprecio completo al que se declara creyente. Parece que faltar a Dios sale gratis …
“Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!” El Señor nos ha llamado malos, así, con todas las letras. La bondad se da en tanto en cuanto uno se acerca al que es bueno, y ese sólo es Dios. Es cierto que el Señor nunca está lejos del hombre, pero antes de la redención le era mucho más difícil descubrir a Dios. Jesucristo nos enseña el rostro de Dios y nos envía el don del Espíritu Santo para poder acercarnos a Él, poder llamarle de Tu, poder llamarle Padre.
¡Dios es bueno!: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.” Dios nunca responderá al hombre, por muy maleducado que sea con Él, o con un desprecio: Recibiremos misericordia, encontraremos un Padre y nos abrirá el corazón para quererle. Entonces, trataremos a los demás de la misma manera.
La Virgen es la mejor emisaria para presentarnos ante su Hijo.
Pide que Dios te conceda lo que más necesitas, por suerte, Él lo sabe mejor que tú.
Somos fuertes y débiles a la vez. La tentación de desviarnos del camino que Jesús nos indica está siempre ahí. Por eso, hemos de pedirle que no nos deje caer en la tentación de darle la espalda y hacer lo contrario de lo que él nos indica. También tenemos que ser buscadores. Buscadores continuos de Dios, de su voluntad, lo que nos lleva a buscar y encontrar cómo quiere Dios que nos relacionemos con los demás, con el mundo, con nosotros mismos, con Él, porque ahí hallaremos la felicidad que todos deseamos.
“… Pedid y se os dará…”
“… cuando te invoqué, me escuchaste…”
“… cumpliste lo que habías prometido…”
“… convierte hacia Ti los corazones…”
“… la alegría de tu salvación…”
Llenarme de amor, dejarme amar, y
desde el amor , orar
Causa de nuestra alegría , intercede por nosotros
Ĺo que quiero pedirte, Tu ya lo sabes, Señor. Sé que me estas ayudando y voy avanzando. Perdóname si me impaciento, quisiera correr y Tu quieres llevarme despacito…Hágase Tu Voluntad
Nos preguntamos el motivo que mueve a los malvados.
No conseguimos entender el sufrimiento de los inocentes.
Cuando las personas bondadosas son tratadas injustamente, cuando el malvado consigue sus fines y aparece victorioso y engreido ante el espectáculo callado del dolor ajeno… nos cuestionamos :¿Cuál es el motivo para mover al bien?
El daño a las personas, criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, las mas queridas de la creación, y a todos los seres creados, es rechazo frontal a Dios.
No conocer, no amar, y rechazar visceralmente a Dios, está en la motivación de los malvados.
Cuando una persona buena se posiciona frente a una malvada, esta la ve como el endemoniado al Crucufijo y al agua bendita… ¿Nos extraña el mal que recibimos?
Si una persona buena es víctima de un malvado, antes lo ha sido Jesús…
Si nos salvamos lo haremos con Él, y con Ella, Nuestra Madre, conocedora de todos los dolores.