Asomarse al evangelio siempre es asomarse a un abismo de preguntas. De hecho son muy numerosos los textos en los cuales Jesús es interrogado. Hay preguntas con trampa, como las que se dedica desenmascarar una y otra vez, estos días hemos escuchado las pregunta sobre los impuestos, o la pregunta por cual la mujer… En general son los fariseos y los sacerdotes, aquellos a quienes Jesús les resulta más molesto los que con insistencia le plantean ese tipo de preguntas… a veces yo mismo en mi oración, en medio de mis circunstancias me convierto yo también en un truhán con preguntas sin respuesta o con preguntas malintencionadas… Muchos de los reproches que le escupimos a Dios son preguntas de este tipo, preguntas con respuestas marcadas o en las que no queremos escuchar lo que Dios tiene que decir porque ya nos lo sabemos todo.
Hay otras preguntas que son más inocentes, a veces los apóstoles hacen ese tipo de preguntas, preguntas que desesperarían a cualquier profesor, preguntas que parece mentira que se puedan plantear, preguntas que Jesús atiende con delicadeza y con mimo. La de hoy de aquel escriba podría meterse en este bloque, la pregunta por el primer mandamiento de la ley. De hecho el texto se cierra con una afirmación: «y nadie se atrevió a preguntar nada más». Cuando Jesús responde a nuestras demandas, parece que hay poco margen para nada más.
Sin embargo hay otro tipo de preguntas en el Evangelio, las que hace Dios, las que hace Jesús… preguntas que hicieron contener la respiración a la creación entera, como la pregunta del Arcángel Gabriel a la Virgen María… o preguntas ante las que pasa toda la vida, cuando Jesús llama a Mateo, cuando Jesús-Resucitado pregunta a Pedro si el ama… las preguntas de Jesús, las preguntas que me hace a mi hoy Jesús son para sostenerlas, no se responden con un sí o un no, se responden con la vida y muchas veces solo el tiempo nos permite entender en profundidad todo lo que en responderlas nos jugamos.
Por eso en el arte de hacer preguntas, en el arte de responderlas es donde se forjan las grandes vocaciones, donde se juega el sentido de la propia existencia… enséñanos Señor a escuchar y hacer las preguntas adecuadas, a sostenerlas y responderlas con sinceridad de corazón, a responderlas con la vida, a responderte con nuestra vida, que es ya una oportunidad de responder a tu demanda de amor, al regalo de tu amor.
«No hay mandamiento mayor que estos»
Hoy en el Evangelio nos encontramos a un maestro de la ley que le pregunta a Jesús sobre cuál es el mandamiento más importante de los 613 preceptos que un judío tenía que cumplir.
El primer mandamiento en las diferentes escuelas rabínicas estaba claro: «Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas», pero el segundo… Está cuestión es de importancia vital. Algunas escuelas rabínicas, después de amar a Dios, enseñaban que el segundo mandamiento era mantenerse puro en el cumplimiento estricto de la Ley. Recordad el pasaje de la mujer adúltera; los que la tiraron a los pies de Jesús no les importaba la mujer como tal, sino aplicar la Ley y conservar intacta la santidad e integridad de costumbres.
Jesús, ante la pregunta del maestro de la ley, le observa que el segundo mandamiento, unido sin fisuras al primero, es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». El prójimo es el próximo, el cercano, el marido, la esposa, el compañero, el vecino, el amigo…; lo que le enseña es que solo el amor a Dios hace posible amar al prójimo, y solo en el amor al prójimo puede manifestarse el amor verdadero a Dios.
Cualquier otra observancia religiosa y cualquier acto de culto carecen de significado y valor si no son realizados a la luz del amor a Dios y al prójimo.
La verdadera fe nos lleva a conocer a Dios, pero el conocimiento intelectual de Dios es insuficiente; solo podemos conocerlo por el camino del amor, y un amor concreto; cercano y real. Por eso, podemos decir que el amor a Dios es el amor al prójimo.
Pretender amar a Dios a base de oraciones desconectada de la vida, de mandamientos que tranquilizan nuestra conciencia; se convierte en pasatiempos y en superstición. El verdadero amor a Dios no nos divide de los demás, no nos separa de las causas de la vida, no nos esconde en la irrealidad de una oración íntima.
Virgen Santísima purifica nuestros labios y nuestros corazones para rezar dignamente tu Santísimo Rosario cada día. Consuela nuestras aflicciones y fortalécenos para que en medio de la enfermedad nos sanemos y la puedamos sobrellevar. Por la Paz en el Mundo.
Vuestro hermano en la fe: José Manuel
Enseñame Señor a hacer preguntas, y que sepa interpretar Tus respuestas. Ayudame a comprenderla y cumplirlas. Te lo Ruego
“…el reino de los cielos…”
“…Estad alegres y contentos…”
“….vuestra recompensa será grande…”
“…amor en las adversidades…”
“…fuerza de lo débil…”
“…Dios Es Amor…”
El amor es la unión con Dios “.. que todos sean uno…”
No se trata de decir “ …aunque hablara la lengua de los Ángeles…”
No se trata de hacer “…aunque diera todo mi…”
Se trata de ser “ Yo soy el que soy”
Y entonces , Todo lo que diga y haga será cómo Dios
Al finalizar la vida , nos examinarán del
Amor
Madre del amor hermoso, intercede por nosotros
Querido hermano:
Tener leyes, también leyes morales, impide que caigamos en la barbarie. ¿A alguien le molesta que existan leyes de tráfico? Si te molestan, que te pongan una multa pero ¿que sería del mundo si la conducción, la circulación de la vida, si no existieran los semáforos? Hace unos días salí de mi casa y me encontré con que el semáforo, que regula la circulación en un cruce muy peligroso, estaba roto. Tenía que atravesar una autopista, el semáforo estaba roto: ¡qué peligro!, ¡qué miedo!, ¡qué cuidado puse!
Bueno, pues si no existieran las leyes de tráfico, no se podría circular, los accidentes serían continuos y, posiblemente, los atropellos a los peatones serían muchísimo más que ahora, aparte de los choques entre vehículos. Entonces, ¿por qué si entendemos que las leyes de tráfico son necesarias, no entendemos que son también necesarias las leyes morales?
Virgen Santísima purifica nuestros labios y nuestros corazones para rezar dignamente tu Santísimo Rosario cada día. Consuela nuestras aflicciones y fortalécenos para que en medio de la enfermedad nos sanemos y la puedamos sobrellevar. Por la Paz en el Mundo.
Vuestro hermano en la fe: José Manuel
Parece imposible que el parlamento Europeo se haya aprobado el «derecho » a la mujer a abortar. Es asesinar a un ser inocente !!!. Dios Mío !!!!