VIERNES OCTAVA DE NAVIDAD
San Lucas 2, 22-35
Hay una estrecha asociación entre la Gruta de Belén y la Roca del Calvario. Ambos, el Niño y el Crucificado, están desnudos. El Pesebre es el lugar en que comen los animales, pero, como la Cruz, es también un altar, porque estaba el Niño ofrecido a Dios por la salvación de los hombres. La Cruz, por su parte, es el altar en que se inmoló el Cordero Divino… Pero es también un pesebre, porque allí los hombres, a causa del pecado, actuamos contra el Señor. Junto al Pesebre estaba María, cubriendo al Niño con su amor y con su sonrisa de Madre. Junto a la Cruz de Jesús estaba también María, ya sin poder abrazar a su Hijo, pero asociándose misteriosa y maravillosamente al Misterio de la Redención… «Misterio»; así llamamos a la representación del Portal; así llamamos a la Cruz; «Misterio»… hay que caer de rodillas.
Ya desde el principio, a los cuarenta días del Nacimiento de Cristo, se asociaron dolorosamente en el Corazón de la Virgen Belén y Calvario. Las palabras proféticas del anciano Simeón: «Y a ti una espada te traspasará el alma», entrelazaron, en el alma de María, los misterios gozosos y los dolorosos del Santísimo Rosario… Su fruto serían los misterios gloriosos. Y, en todos ellos: «Dios te salve, María…»
Años más tarde, cuando la Santa Madre tuviera que ver el Cuerpo desgarrado y desnudo de su Hijo, … ¿No recordarían ambos la noche que pasaron abrazados en el Hogar de Belén? ¿No se refiere a ello el salmo 22, cuando, al cantar la Pasión del Señor («Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?»), nos muestra los recuerdos que entonces afluyeron al Corazón de Cristo: «me tenías confiado a los pechos de mi Madre»…?
Belén y el Calvario Son el mismo misterio de Amor. Dirá san Pablo: «me amó y se entregó a Si mismo por mí» (Gál 2, 20)… ¡Qué fácil es orar!
Querido hermano:
Vivir desde la gracia es saber que cada momento, cada segundo, es un don de Dios; que lo ordinario vivido con gratitud se convierte en extraordinario; que no solo hay que «ver pasar la vida», es mejor contemplarla y descubrir los reflejos de Dios en lo bello, lo bueno y lo verdadero.
Vivir desde la gracia es sonreír ante la dificultad, sabiendo que en la Cruz también puede convivir la alegría cristiana y la victoria de Cristo.
«Mi gracia te basta», de Pablo o el poema de Santa Teresa de Jesús: «Nada te turbe. Nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta».
Al finalizar el año, vendrás y escucharás muchos buenos deseos; algunos sinceros; otros oportunistas, tipo de: «Que lo mejor del año que acaba, sea lo peor del año que comienza». Pero no olvides que tú eres lo mejor del año que acaba y lo mejor del año que comienza.
Y eres tú quien, de la mano de Dios, tienes que dar lo mejor, tienes que saborear tu vida, tienes que creer en ti, también con tus flaquezas y debilidades. Pero eres lo mejor que hay en la vida, no lo olvides.
A pesar de que hoy descubras que podías haber vivido más intensamente y mejor, no te preocupes. En este ratito de oración, al que te he invitado: respira, dale gracias a Dios y pídele vivir de su gracia y alcanzar la plenitud de lo que Dios quiere en tu vida.
Que termines bien el año. Gracias por la vida. Reza el Santo Rosario cada día. Dile a la Virgen Maria que la amas como Madre nuestra que es. Ruega por las almas del Purgatorio. Por la Paz en el Mundo.Amén. Tu hermano en la fe: José Manuel.