Leo con tristeza que el otro día falleció en las calles de Paris un fotógrafo. Perdió el conocimiento en la calle y nadie le hizo ni caso durante nueve horas y murió de hipotermia. Ha salido en los periódicos por ser alguien conocido, pero así pasa tantas veces en nuestras calles y en tantos países. Vivimos tan conectados en la nube, que pasamos al lado de otros que no nos importan nada, vivimos en las nubes. Una sociedad que promueve un individualismo feroz, que vemos la vida de otros como si fuera una película, en la que miramos, pero no podemos intervenir, o no queremos intervenir para no complicarnos la vida. A fin de cuentas, una sociedad inmisericorde.
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
No debemos tener miedo a decir lo que a las personas no les gusta, lo que no les gusta escuchar…, pero necesitan escuchar. Desde que nuestro occidente se empeña en matar a Dios, en tirarlo por un barranco y deshacerse de Dios para hacer al hombre más grande, entonces el hombre se empequeñece, se envilece y se destruye.
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.
Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.
Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
Si queremos despeñar por un barranco al mismo Amor nos quedaremos con una caricatura y no seremos nada, no serviremos para nada y haremos mucho ruido, llenándonos la boca de palaras como solidaridad, resiliencia y demás palabros…, pero tremendamente vacías.
Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones.
Si el hombre no sabe que es elegido y amado por Dios, que es lo que nos da la verdadera dignidad y grandeza, acaba siendo un objeto más que sólo es útil en tanto en cuanto me sirve para algo o paso de largo.
¿Nos desanimamos? No, el Señor se abre paso entre todo esto y sigue actuando. Lo que no podemos dejar es de anunciarlo, mostrarlo al mundo, aunque el mundo no quiera verlo.
Volver a Cristo, el mensaje que María nos deja en sus maternas apariciones a los más pequeños. No tengamos miedo, esa fortaleza de la que el mundo y el pecado hace gala es sólo debilidad, y con Dios nuestra debilidad es nuestra fortaleza. Hagamos caso a Nuestra Madre.
Querido hermano:
«Ningún profeta es bien acogido en su tierra».
En realidad, el problema que escondían era que había una obediencia a los mandamientos, pero sin fe: «Yo me salvo porque cumplo con los mandamientos, pero que no venga a decirme Este que son mejores que yo el leproso y la viuda: esos son marginados».
Pero Jesús nos dice claramente: «Si no te sientes al margen, no tendrás salvación». Esta es la humildad, el camino de la humildad; sentirse tan marginados que necesitamos la salvación del Señor. Solo Él salva, no la obediencia a los preceptos. Esto no les gustó, se enfadaron y querían despeñarlo.
«Se llenaron de indignación, lo echaron fuera de la ciudad y querían despeñarlo por un precipicio».
Siento admiración por personas como él, que me muestran que sí es posible vivir el Evangelio, aun cuando cueste persecución, insultos, tortura y muerte.
La sangre de Cristo y de los mártires es la verdad del Evangelio y la promesa de que los más pequeños serán compensados. La verdad y la pobreza siempre serán perseguidas.
Rezamos cada dia el Santo Rosario con la Virgen Maria Madre nuestra. Le pedimos que interceda por la Paz en el Mundo.
Tu hermano en la fe: José Manuel.