Hace unas semanas le pregunte a una persona si podía venir a una cosa de la parroquia. Me dijo que tenía que mirar su agenda y ay me lo diría. Sería una respuesta que me parecería completamente normal si esa persona no fuese… ¡un niño de 6 años! Con 6 años y ya pendiente de la agenda. Ayer otra madre me comentaba del stress que tienen los niños y que su hija pequeña ya tenía que ir al psicólogo. Y no sólo los niños, casi todos vivimos pendientes del teléfono móvil, de las alertas del WhatsApp, de las agencias de noticias o de lo que ocurre en cada instante, que es desterrado -casi inmediatamente-, por lo que pasa en el instante siguiente.

En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole:

«¡Señor, sálvanos, que perecemos!».

Él les dijo:

«¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».

Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados:

– «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».

Los discípulos habían oído sus enseñanzas, y enseñaba con autoridad. Habían visto la curación de un leproso, la del siervo del centurión, de la suegra de Pedro y de mucho enfermos y endemoniados en Cafarnaum…, pero aún no se habían enterado. Sí, ese Jesús hacía milagros, pero ante la tormenta no tenemos defensa.

A pesar de su falta de fe, Jesús les trae la paz.

¿Qué hacemos ante un mundo que parece que cada día es más enemigo de Dios? ¿En una Iglesia en las que se generan tantas dudas, miedos y temores? ¿En un ambiente tenso, violento, de guerra entre las naciones y entre las personas? ¿Nos quedamos acurrucados al fondo de la barca, pensando que vamos a hundirnos?

En estos tiempos -en realdad, siempre-, hace falta la contemplación. No hace falta despertar al Maestro. Contémplalo, parece que duerme -aunque siempre está pendiente de sus hijos-, y date cuenta de que, con Él, no nos puede pasar nada, la tormenta más grande cesará.

En estos tiempos de tantas prisas hace falta acudir al sagrario. Dejar en casa el móvil, las redes sociales, las mil distracciones que el mundo nos ofrece y contemplar a Dios, que aún pareciendo dormido es más fuerte que el más fuerte de los fuertes.  Pon calma en tu alma, fíate de quien te ha llamado…, y después sal al mundo a cambiar la sociedad, a tocar los corazones en el nombre de Cristo. Te darás cuenta de que lo que parece una gran tormenta no es sino una nube de verano, que pasa y ya está. “Yo he vencido al mundo” nos dice el Señor.

Podemos hacer mil organizaciones y cuatrocientos veintitrés eventos que si no se fundamentan en la contemplación de Aquel que nos guarda en sus manos están abocados a hundirse.

¡Cuántas vocaciones contemplativas y cuantas viejecitas con su rosario al pie del Sagrario han sacado, y sacan, a la Iglesia de tantas guerras!

No somos pietistas, peo si piadosos. Si no somos contemplativos acabaremos siendo cobardes.

María, mujer fuerte siempre, en Belén y en la cruz. Mujer que pone en calma a los Apóstoles esperando Pentecostés. Danos un alma en calma… y a comernos el mundo.