Santa Brígida es patrona de Europa, por eso la lectura del Evangelio de hoy hace alusión a la festividad, y se nos escapa el ritmo normal de lecturas del tiempo ordinario. Hoy toca la vid y los sarmientos, muy leída y muy oída, y no sé si suficientemente entendida. Porque de lo que trata el Evanglio de la vid es de permanecer pegado al Señor para entender la vida. Quien no vive con Él, vive solo, y se pierde, puede ser muy voluntarioso, hacer muchas cosas buenas, pero vaga perdido, como el niño que busca a su padre en el parque de atracciones y no da con él. Permanecer es el verbo más difícil de conjugar del español. A todos se nos da de maravilla hacer cosas sin permanecer, como dejar el coche en doble fila para una compra de tres minutos. Así vivimos, sin aparcar debidamente, tirando el coche en cualquier parte. Permanecer en un sitio nos parece dolorosisísimo. Ya decía Pascal que el gran mal del hombre moderno es su incapacidad para no salir de su habitación, y que de ahí le vienen todos los males. Leila Guerriero, que es una periodista argentina a quien cito mucho porque siempre tengo algún libro suyo cerca, dice que sólo el que permanece conoce, y sólo el que conoce puede contar lo que ha visto. Así de básico. El que permanece con alguien llega a tener claridad de con quien está, y puede ser su testigo.
Me encanta la visión hiperrealista de Europa que tiene el Papa Francisco. Es muy claro, Europa ha sido cristiana durante dos mil años. Ahora el continente es laico y en él prima la libertad religiosa. Un cristiano tiene que saber moverse de otra manera, y sólo hay un camino, la evangelización: vivir con Cristo y mostrar a Cristo, como hicieron los jesuitas en China, Japón, la India. Así estamos. Como el europeo es un espécimen muy nostálgico, se cree que los nuevos deberes consisten en retornar a las épocas imperiales, a los enemigos de la cristiandad, a los catolicismos de Estado, a las batallas contra el Islam… Pero la solución no está en las raíces de Europa, sino en su savia, es decir: en la relación con Cristo hoy. Por mucho que las raíces sean cristianas, pueden estar podridas, y mostrar esa fase de corrupción que produce mal olor, y quedarse en pasto de historiadores. Sin embargo, la savia es lo que de verdad porta el cristiano en cada situación, sea la que sea. No es el contexto social el que marca la vida de un cristiano, sino su relación con Cristo. Es el mismo principio de Leila Guerriero: permanecer, conocer y contar.
Hay un libro de una amiga que ha titulado con mucha belleza Raíces en el Cielo, es una coleccion de pensamientos espirituales muy atinados. El título es preclaro, ahí es donde moran las raíces y de allí se nutren. Todos los santos las tenían allí. Qué plano más bueno usó David Lynch al inicio de Blue Velvet. La cámara se cuela por los pasillos subterráneos que dejan las raíces de un jardín, y allí no hay más que insectos y oscuridad. ¿Los cristianos?, a la luz.