Nuestra Señora Santa María de Lluc, reina de Mallorca, y Nuestra Señora de la Fuensanta. Santos: Autónomo, Hierónides, Leoncio, Serapión, Selesio, Valeriano, Estratón, Macedonio, Teódulo, Taciano, mártires; Curonato, Sacerdote, Silvino, Juvencio, obispos; Vifredo, abad; Guidón o Guy, confesor; Tobías (padre), Sara (su esposa) y Tobías (hijo) (A. T.).

Campesino modelo de Anderlecht (actual Bélgica).

Entre sus paisanos era conocido por su piedad sencilla y constante y requerido para trabajos concienzudos y esforzados. Vamos que la piedad le llevaba a no ser perezoso y que el trabajo de la tierra le ayudaba a mirar al Cielo.

Un buen día le sugirieron una posibilidad de cambio de oficio. Podría pasar nada menos que a ser sacristán cerca de Bruselas, en la iglesia de Lacken. Ello supuso también un cambio de ciudad y de costumbres. Parece que le tentó el comercio y en ese campo de la actividad humana quiso hacer pinitos saliendo mal el asunto y perdiendo sus ahorros.

Se dedicó entonces a peregrinar por el mundo. Casi se puede decir que comenzó una bohemia en la que solo él gobernaba su existencia sin que hubiera de dar cuentas a nadie. Pero lo hizo bien. Se sabe que estuvo dos veces en Tierra Santa y dos veces en Roma. De hecho, debió de aprovechar muy bien su tiempo libre por lo que se relata a continuación.

Regresó del deambulaje y murió poco después en Anderlecht, su ciudad, donde se le enterró casi como a un desconocido.

Pero, en su sepultura, comenzaron a suceder hechos maravillosos que empezaron a atraer a la gente del pueblo primero, y a los lejanos, después… De hecho, sus reliquias comenzaron a recibir culto y la devoción a san Guidón se extendió rápidamente, cobrando auge continuo y popularidad.

Bien hicieron los agricultores de su tierra y de su tiempo en tomarlo por patrono, como en España harían poco después con san Isidro; también los sacristanes de entonces y de hoy se protegen con este santo intercesor que entendía de cirios, de cajoneras y campanas; no menos podrían acudir a este trotamundos los que se ocupan de desperezar el tiempo libre propio o de los demás.

Una vez más, con este santo agricultor, sacristán, comerciante fracasado y caminante del mundo, se nos enseña que la santidad no es patrimonio exclusivo de conventuales, sabios o mártires.