En esta memoria de Santa Cecilia, patrona de los músicos, han resonado estas palabras de Jesús que he utilizado para intitular nuestra breve reflexión. Y me serviré de la música para vertebrar mi reflexión de hoy, estas pocas lineas que con cariño comparto con ustedes.

Creo que. la música, como cualquier otra expresión artística, es verdaderamente una expresión del genio del ser humano, me atrevo casi a decir de su alma inmortal. Sin embargo, en este proceso creador maravilloso del hombre hay ciertas cosas que no funcionan. O mejor que funcionan muy bien, porque la música es expresión del alma del hombre que se expresa en lo que vive. ¿Qué leo en la música que escuchamos hoy?

Estoy pensando en las salas de tecno de las discotecas, donde los jóvenes y no tan jóvenes son estimulados hasta perder la propia consciencia. Estoy pensado en las horas y horas de aislamiento a las que somete la tiranía de los cascos que nos permiten evitar siempre el silencio. Estoy pensado en los ritmos y letras hipersexualizados que reducen al ser humano a un objeto o que nos presentan completamente gobernados, como marionetas, por nuestras pasiones. Estoy pensando en que la capacidad creativa del hombre se limite al dolce far niente, al simple y mero disfrute, al entretenimiento escapista que nos enajena de la realidad.

Si, la música es algo sublime en el hombre, el alma se eleva cuando escuchamos la inagotable polifonía del Palestrina, el órgano de Bach o, porqué no, los divertimentos de Mozart. Pero parece que se enfanga en el barro ante ciertas expresiones modernas y posmodernas. Para muchos esta reflexión es verdaderamente exagerada, me dirían, hombre Padre, no vamos a estar todo el día escuchando música antigua… no, no digo eso, pero si me gustaría que no perdiésemos el oido crítico, que pudiésemos escuchar desde nuestra consciencia y no engañarnos o ser engañados por el pensamiento dominante que es profundamente anticristiano por materialista.

Porque de la música podríamos saltar al mundo de las ideas y de la opinión, y allí cual cantata de Bach el pensamiento cristiano resuena como reliquia de un tiempo pasado. O al mundo del amor, y la propuesta cristiana es tan actual como los motetes eucarístico de Victoria o Guerrero. Sentados y en calma (tal vez demasiado pedir para la posmodernidad) reconoceríamos su valor, incluso su hermosura, pero nos resultan tan antiguos…

Pidámosle hoy a Santa Cecilia patrona de los músicos que no se apague en nuestra sociedad la música del cielo, que no tiene nada que ver con las esferas de Pitágoras, cuya música es el silencio, ni con las músicas celestiales que popularmente atribuimos a los sueños, sino con la expresión más sublime del ser humano, la música del amor de Dios.