Cuando leía el Evangelio que la liturgia nos propone hoy para iluminar nuestro día, me ha resonado, dentro del corazón, de una manera especial esta frase: esto os dará ocasión para dar testimonio. Sobre todo la palabra ocasión. Podríamos escribir nuestra biografía desde las oportunidades perdidas, teniendo en cuenta todas aquellas cosas que podrían haber sido y que nunca llegaron a ser.
Pero no me refiero a esos sueños locos que todos tenemos de niños, por ejemplo, no me puedo lamentar de no haber sido Indiana Jones, porque pese a que lo desee con ardor durante un tiempo nunca hubo ninguna posibilidad real. Me refiero más a las cosas normales de la vida que tantas veces dejamos por desidia o mediocridad, por ejemplo me arrepiento de no haber continuado tocando la viola después de varios años de conservatorio, de aquel viaje al que no me animé, de aquella muchacha con la que nunca me atreví a hablar…
Creo que en nuestra vida de fe nos pasa algo parecido. Yo por lo menos, en no pocas ocasiones, me veo a mí mismo fantaseando con futuros poco realistas, prácticamente imposibles. Tal vez hayamos soñado con ser santos, pero claro no un santo cualquiera, un santo anónimo, yo, por ejemplo, soñaba con ser un nuevo San Francisco Javier. ¿Se imaginan? cruzando el mundo para entregarse a la salvación de las almas… o tal vez alguno de ustedes ha soñado con el martirio, también les digo que si ves la película Un Dios prohibido, que trata sobre los mártires de Barbastro, cualquiera podría desear ser como ellos.
Sin embargo, entretenernos mucho en esto nos lleva a perder las verdaderas grandes ocasiones de la vida. Parece que hoy, por lo menos de momento, es difícil, que nuestra ocasión para dar testimonio sea una persecución pública y física. Nuestro mundo «democrático» es mucho más sutil. Seguramente nos tengamos que fajar en el embarrado terreno de lo cotidiano. Las ocasiones se nos escapan en lo evidente. Transformar nuestro mundo cotidiano con pequeñas gotas de esperanza nacidas del Amor que Dios nos tiene es el verdadero testimonio al que estamos llamados, el que es verdaderamente más urgente.
Las ocasiones perdidas siguen siendo muchas, esa palabra amable, esa sonrisa acogedora, esa caricia que nunca se dio, una mirada pacificadora… todo aquello que nos convierte en los santos de la puerta de al lado. El martirio de lo cotidiano, de las rutinas, se convierte así en un realidad más desafiante por cercana y real que aquellas ensoñaciones que, en realidad, poco tiene que ver con vivir en cristiano.
Creo que esa expresión castellana: la ocasión la pintan calva, es muy acertada, porque si uno no va atento por la vida, esta se le escapa como un suspiro y puede acabar simplemente de todo aquello que pasó, de todo aquello que podría haber sido y… Así que aceptemos la invitación del Evangelio de hoy, aprovechemos la ocasión de ser testigos del Evangelio, de ser santos, que sólo se puede realizar en el aquí y en el ahora.
A lo largo de la vida, si, cuantas ocaciones perdidas . Señor, pero tu siempre dispuesto, las miles de veces que caigo, con tu Misericordoa y Amor, darme Tu mano, tirar de mi y prosiga Tu CAMINO
Hola comentarista 11. Me has aclarados muchas dudas. Gracias. Dios te bendiga.
Dios nos ama.
Querido hermano.
Que hay momentos donde llevar visiblemente la cruz de Jesús, no como adorno sino como identidad, le supone tener que dar la cara por Cristo y, en algún caso, incluso la vida. Estos hermanos están seguros, eso sí, que «ni un cabello de sus cabezas se perderá», pues mantenerse firmes en la fe, les llevará a la salvación. Decía monseñor Romero que:
«No todos tendrán el honor de dar su sangre física, de ser matados por la fe; pero sí, pide Dios a todos los que creen en Él, espíritu de martirio, es decir, todos debemos estar dispuestos a morir por nuestra fe aunque no nos conceda el Señor este honor, pero sí estamos dispuestos para que cuando llegue nuestra hora de entregarle cuentas, podamos decir:
“Señor, yo estuve dispuesto a dar mi vida por ti.
Porque dar la vida no es solo que lo maten a uno; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber”.
Es ese silencio de la vida cotidiana, ir dando la vida, como la de una madre que sin aspavientos, con la sencillez del martirio maternal, da a luz, da de mamar, hace crecer, cuida con cariño a su hijo. Es dar la vida».
Entrega tu vida a la causa del Evangelio, a pesar de todo.
Reza cada dia el Santo Rosario.
Tu hermano en la fe: José Manuel.