¿Estás poniendo ya el Belén? Seguro que en tu belén hay ovejas, y pastores. Según el evangelio los primeros en recibir el anuncio de un ángel de que el Mesías había nacido fueron unos pastores que estaban guardando su rebaño. No fue a pescadores, ni agricultores, ni comerciantes, ni maestros de la Ley, sino a unos pastores. ¿Por qué?. Una deferencia con los compañeros de profesión. Ya lo había anunciado el Profeta Isaías: «Como un pastor apacienta el rebaño, reúne con su brazo a los corderos y los lleva sobre su pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían». Por eso cuando Jesús quiere hablarnos de lo que hace no se le ocurre mejor imágen que la de un pastor. Yo no se si los pastores dejan todo el rebaño para ir a buscar a una oveja perdida, lo que sí creo es que a un pastor no le debe hacer ni pizca de gracia que ninguna de sus ovejas se pierda, pase hambre o caiga en manos del lobo. El pastor está solo para cuidar de su rebaño, para llevarlo a buenos pastos y protegerlo de todo peligro.

«Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».  Lo único en lo que tú y yo nos parecemos a las ovejas es en que somo pequeños y sin el cuidado del pastor nos perderíamos y en que si nos perdemos, valemos la pena lo suficiente como para que se olvide de todo lo demás y venga a buscarnos.

Pero, ¡atención!, cuando Jesús dice lo que dice está enseñando a sus discípulos a ser pastores también. Tú también tienes de quién cuidar, tú también debes dejar todo por ir a buscar la oveja perdida. Es la misión de la Iglesia en el mundo. Las ovejas huelen mal y no deben de ser muy inteligentes. A mi no me gusta que me comparen con una oveja, la verdad, pero es que aquí el Señor me está diciendo que yo soy también pastor.