Marcos 2, 23-28
La misión del Precursor ha finalizado: “cuando arrestaron a Juan”. Jesús inicia su tarea misionera: “proclamar el evangelio de Dios”. El mensaje es muy claro y directo: “se ha cumplido el plazo” (el de la espera en las promesas del Antiguo Testamento), “está cerca el reino de Dios” (que trae el mismo Jesús) “convertíos y creed en el evangelio” (y por tanto hay que volverse hacia él y aceptar la Buena Noticia que nos anuncia).
Jesús inicia su predicación invitando a una conversión de corazón pero, al mismo tiempo, manifiesta su preferencia por las personas. No está predicando una ideología a la que es bueno adherirse porque contiene ideas muy sugerentes, sino que invita a una relación personal con él. Y es el mismo quien inicia esa relación.
Así vemos que Jesús se acerca a os parejas de hermanos: Pedro y Andrés; Santiago y Juan. Es él quien llama y ellos responden con prontitud..
Así se inició la predicación del Evangelio y así sigue sucediendo a día de hoy. Hay una invitación que sale del corazón del Verbo encarnado y que contiene una visión en profundidad sobre nuestra propia existencia: “os haré pescadores de hombres”. En el Concilio Vaticano II se dijo que en Cristo Dios revela al hombre su verdad. Quienes practicaban la pesca en un humilde lago son llamados a contribuir a la misión salvadora del Señor. En Cristo descubren el horizonte infinito de su existencia al ser tocados por su mirada.
El Niño que nació en Belén y que fue adorado por pastores y reyes que acudieron a su encuentro sale ahora en busca de cada hombre. Es una tarea que se prolonga en el tiempo a través de la Iglesia y que nos invita, hoy de nuevo, a volver nuestro corazón hacia él. Somos llamados a juzgar si algún aspecto de nuestra vida se antepone a nuestra relación con el Señor.
Con la Virgen descubrimos si nuestra relación con Jesús nos lleva a descubrir una hondura mayor en todas las facetas de nuestra vida.
Querido hermano:
Con la expresión de que: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado», Jesús pone de relieve la primacía de la persona humana sobre el precepto o ritual.
La clave de interpretación que Jesús tiene de la Ley nos la aporta la enseñanza sobre el amor. La llegada del reino del perdón, misericordia, acogida y salvación es lo que hace posible el comportamiento generoso, compasivo y amoroso de Dios.
Jesús actúa con libertad frente a la Ley; no la deroga, pero se pone por encima de ella, reclama más atención para la persona humana, especialmente para el herido, el pobre, el impedido o despreciado y, por supuesto, la plenitud de la Ley es vivir el amor y compartirlo.
Te invito, a que desde la Palabra de Dios conozcas más profundamente a Jesús, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo, lo más necesario. No te quedes en las normas, pues el Evangelio, en su núcleo fundamental, resplandece la belleza del amor salvífico de Dios, manifestado en Jesucristo, muerto y resucitado.
Lee cada día el Evangelio. Descubre a Jesús vivo que te habla cada día y te muestra el camino de la vida. Reza el Santo Rosario. Donde estés, tienes que ser sal y luz del Evangelio. Confía en Dios. Perdonando, acogiendo, Orando por otros.
Tu hermano en la fe: José Manuel.