Los antiguos gladiadores se preparaban para la lucha ungiéndose con óleo. Aquello no les hacía más fuertes pero dificultaba los ataques del rival. Era el enemigo el que se hacía más débil, por así decir. Hay un rito en el bautismo que es la unción con el óleo de los catecúmenos. El niño, o el adulto, es ungido, no en todo el cuerpo sino, simbólicamente, en el pecho, las manos, la frente… por que el neófito va a entrar en una batalla espiritual. La vida cristiana es un combate, esto a veces se nos olvida. No venimos a los mundos de Yupi cuando nos hacemos cristianos. Comienza para nosotros una vida de lucha, en la que tendremos constantes combates contra el mundo, la carne, el demonio. Ser cristiano no es echarse a dormir, ya habrá tiempo de descansar. Ahora es tiempo de luchar.
La cuaresma nos recuerda esto. El cristiano se encamina hacia la Pascua pero el camino es áspero. No es un paseo triunfal. Es un, a veces, penoso itinerario de luchas, caídas y volver a comenzar, sin desfallecer.
¿De qué le sirve a Dios nuestro ayuno, oración y limosnas? A Dios de nada. A nosotros sólo nos sirve si nos ayuda para hacernos más fuertes o, mejor dicho, para debilitar al enemigo.
Querido hermano:
En Cuaresma hablamos de conversión, que significa: medirse con Cristo, la Palabra del Padre. El Evangelio de hoy nos ofrece vivir sobre tres pilares: la limosna, la oración y el ayuno. Jesús nos dice:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos […]. Cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta delante de ti […]. Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas […]. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste como los hipócritas, que desfiguran sus rostros para hacer ver a la gente que ayunan».
Estos tres pilares nos ponen en relación con nuestros mejores aliados; la oración con Dios, reserva cada día un tiempo de calidad para estar con Él; la limosna destruye nuestro egoísmo y nos abre a los demás; y el ayuno nos pone en relación con nosotros mismos, ayudándonos a vivir en libertad y alegría, poniendo a raya nuestras pasiones desordenadas.
No olvides, en este tiempo de Cuaresma, hacer un buen examen de conciencia y celebrar el sacramento de la misericordia, pues: «Dios no se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón».
La Cuaresma es una llamada a la plenitud y a la felicidad. Reza el Santo Rosario cada día junto a la Virgen María. Pide que interceda por la Paz, en el Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
ES!! NUESTRA NATURALEZAASI ES HUMANA PERO NUESTRO COMBATE ES ESPIRITUAL… CON TODA, HURRAAA!!!!!
Gloria a ti Señor Jesús