Jesús se sienta a la mesa con publicanos y pecadores, lo cual no significa que de por bueno el pecado y la «publicanez». Jesús llama a los pecadores, para que se conviertan, para que dejen de ser pecadores. Leví dejó de ser publicano tras su encuentro con Jesús. «No están necesitados de médico los sanos, sino los enfermos» dijo tras las farisaicas críticas recibidas por su contacto con Leví, el publicano. Con lo de «enfermos» se debía referir a este último. Jesús no dijo «no llaméis enfermo a quién está sano» o «no llaméis pecador a este hombre, Dios le quiere como es». El increíble amor de Dios por el pecador no es condescendencia. Leví fue transformado. Del encuentro con Jesús nació un hombre nuevo, que ya no era más un publicano. Tampoco fue lo que salvó a Mateo su voluntarioso  esfuerzo por cambiar de vida. «El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió». Fue su respuesta a una invitación. Es Jesús quien se acerca primero a Leví. No debemos entender la Cuaresma como una carrera para demostrarle a Dios lo buenos que queremos ser, sino como un tiempo de gracia en que se nos ofrece poder cambiar.

No debía de estar muy contento Leví con su vida, por que le costó cero coma segundos dejarlo todo para seguir a Jesús. Si éste solo le hubiera dicho «no te preocupes, no hagas caso de los que te critican, Dios te quiere como eres», lo hubiera dejado chafado.