Hoy nos encontramos en la Palabra con el mensaje de que Dios la está sembrando, enviando al mundo, para que ésta dé fruto. La primera lectura nos habla de esa Palabra que cumple el encargo que Dios la ha dado y vuelve a Él: sin duda nos habla de la Palabra que es Cristo, de su Encarnación, Pasión y Resurrección, y ascensión a la diestra del Padre. Y su obra, como la lluvia empapa la tierra y la fecunda, ha hecho lo propio con nuestra Tierra: ha llegado la plenitud de los tiempos, ya no tenemos a esperar a nadie más, el campo está listo.
Pero el evangelio nos muestra la realidad de que para que esa tierra dé fruto, para que esa semilla germine, crezca y sea cosechada, depende de la realidad de la tierra donde cae. Es decir, tenemos la posibilidad de una vida plena y feliz, si acogemos a Jesucristo; pero hay muchas actitudes que lo impiden. No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que la parábola del sembrador sigue siendo completamente actual. El borde del camino es muy común hoy: es la indiferencia. Si miramos a nuestro interior podemos ver que en diferentes momentos o etapas de nuestra vida ofrecemos al Señor los diferentes tipos de tierra, no hace falta mirar muy lejos. Creo que la clave es, verdaderamente, querer no solo escuchar la palabra, sino vivirla. Ponerla en práctica. Concretamente. Entonces ésta da fruto, y es bonito también compartir estos frutos con los demás, con los hermanos, para dar gracias a Dios juntos.
En este año en el que el calor y la falta de lluvias ha hecho que muchos agricultores se desanimen, que el fruto de lo sembrado sea poco, no nos desanimemos: dejemos que el Señor siga sembrando, y sembremos nosotros también.
Señor, Tú que eres Misericordooso, Sé que Tu Amor consolara a estas personas de la Isla de la Palma, la Isla bonita , como siempre se le llamó en Cararias .Hace mese arrasó una parte frondosa , la lava del volcán, y estos días el fuego, acaba con sus montes. Sé que existen guerras conflictos y desgracias, pero cuando nos toca cerca, nos duele. Hágase Tu Voluntad Señor
Querido hermano:
Estamos descubriendo que ciertamente la Palabra de Dios es una persona que nos habla, que nos guía, que nos cuida, que da fruto en nuestra vida.
Algunos se preguntarán: “¿Qué frutos?” Pues la capacidad de perdonar, la capacidad de desprendernos, incluso de lo necesario, el respeto a todos, incluso en las diferencias, el ser contemplativo de lo sencillo, el valorar los gestos gratuitos, un abrazo, una sonrisa, el vivir la vida con sentido de alegría, admiración y agradecimiento, el dejarnos sorprender por los reflejos del amor de Dios en las personas y en la naturaleza, el esforzarnos por ser útiles en la vida para quienes nos rodean, el no hacer a otros lo que no queremos que nos hagan a nosotros.
Ser tierra buena para acoger cada día la Palabra de Dios y para dar fruto. Seguro que estás llamada, llamado a ser bendición para quienes te rodean, dar fruto abundante, ser feliz.
Reza el Santo Rosario, cada día tu hermano en la fe: José Manuel.