Aquí sigo, de adolescente en adolescente de la mañana a la noche. Aprovecho ahora que se han ido a rezar el Rosario a una ermita cercana y me dejan un ratito de paz para escribir y rezar. Son buenos chicos, están trabajando bien por las mañanas y se llevan bien entre ellos. Mucho tienen capellanes en sus colegios, pero ahora, entre las catequesis y la convivencia diaria, muchos te piden hablar de sus inquietudes, alegrías y esperanzas, frustraciones o complejos. Aquí hablamos claro, sin tapujos…, y lo agradecen.
“Encontrareis descanso para vuestras almas”. Los adolescentes también encuentran descanso en Cristo. Tienen mucha presión a su alrededor, mil distracciones ( estos 32 chicos y chicas han decidido voluntariamente dejar el Movil esta semana sin usar, aunque está a su alcance), y hasta están cantando en la Misa diaria…, hasta organista tenemos. Da gusto ver que, aunque arman ruido, el pueblo les aprecia y desean que estén más días (yo creo que no aguantaría mucho más, je). Es una maravilla lo que Dios hace en las almas.
Hoy mucha gente vive tremendamente agotada, sin descanso. Tal vez juerga si, siestas muchas, madrugar ni hablar…, pero tremendamente cansada. Llevan solos las cargas de su vida y ni entre el matrimonio, ni los hermanos, ni los amigos encuentran ayuda, es más, se echan cargas encima unos a otros. Cuando te acercas a Jesucristo, aunque estes cansado, las fuerzas te falten, pases sueño cada día el lugar no es precisamente un hotel de cinco estrellas ni un hostal de media, durmiendo en el suelo y que nunca tienen comida suficiente…, la carga es ligera. Cada día se oyen menos palabrotas y más la palabra gracias.
Y si de esto se da cuenta un adolescente, que como decía un sacerdote amigo, adolecen de saber que lo son….¿no nos daremos cuenta nosotros? Mira tu vida ¿estás cansado? Ves a Jesús y encontrarás tu descanso. ¿No sabes como ir a Jesús? Toma un atajo por María, reza el santo Rosario ( si, tienes tiempo, deja 20 minutos el WhastApp), y encontrarás tu descanso. Vale la pena.
El yugo y la carga de Jesús, entiendo que son el conjunto de situaciones que nos toca vivir cada día; unas más agradables y otras más incómodas.
Aprender de El es confiar en la Providencia y entender que es Dios quien nos pone las circunstancias que nos toca vivir.
Con humildad aceptamos que son lo mejor para nosotros en cada momento y a partir de ahí ya son yugo suave y carga ligera.
Naturalmente, esto no quiere decir que no hagamos lo posible por mejorar la situación cuando se trata de la salud o la supervivencia, pero aceptando la intervención de la Providencia (nuestro Padre, que hasta tiene contados los cabellos)