El sembrador no puede no sembrar. Al sembrador no hay que pedirle que siembre ni hay que convencerle de la necesidad de sembrar.
Dios no puede no amarme. No tengo que pedirle que me ame ni convencerle de que me ame. La pelota no está en el tejado de Dios, la pelota está en mi tejado. Soy yo el que puede ser impermeable al amor de Dios, o el que deje que el amor de Dios se pierda, o el que por amor a otras cosas no deje espacio al amor de Dios en mi vida. Pero también puedo ser tierra buena en la que el amor de Dios de mucho fruto.
En el Antiguo Testamento Dios prometió a su pueblo hambriento que haría llover pan del cielo. La lluvia no es un capricho. No es un lujo. La lluvia no se compra. No se gana. No se administra. La lluvia no se reparte a gusto del consumidor. No haría falta ni decirlo, pero hay que decirlo: la tierra no elige lo que va a llover, ni cuando, ni cuanto. La lluvia se espera, y se recibe cuando llega. Así son también los bienes que Dios nos da, el alimento para la vida eterna. Dios es un Dios que da. No siempre nos da lo que queremos pero siempre nos da lo que necesitamos.
Dios es un Dios que da. Mejor dicho, SE da. ¿Qué puedo hacer para ser buena tierra? Se humilde, ora, adora, confiesa y espera. No le pidas a Dios esto o lo otro, ahora o en aquel momento, con tal o cual medida. Se buena tierra, recibe el Espíritu Santo y todo lo demás se dará por añadidura
Querido hermano:
Acoger la Palabra, ser tierra buena, nos ha de llevar a la obediencia. Es decir, desde la escucha atenta y dócil a las indicaciones de Dios.
Es vital que cada día reservemos momentos de oración: es decir, de diálogo con Dios en el que estemos con actitud de acoger sus indicaciones.
No esperes una conversación con Dios al modo que estás acostumbrado (¡menudo susto!) pero prepara tus oídos para atender el susurro de Dios. No dudes que Dios va a hablarte. Esta es la mejor forma de disponer tu vida para que seas tierra buena y dispuesta.
Te aviso de que no siempre escucharás lo esperado. Habrá momentos en que Dios te sorprenderá y te pedirá cosas que no esperas pero no olvides que Dios te conoce bien y es quien sabe mejor de qué forma tu vida, tu tierra, va a dar el ciento por uno.
Rezamos juntos el Santo Rosario. Pidamos por la unidad y la fe: Por la paz en el mundo.
Dios está “sembrando” continuamente. Lo hace, entre otras formas, a través de nuestra conciencia mediante el Espíritu Santo que, tal como nos ha recordado San Pablo, está dentro de nosotros.
Si creemos, nuestro pensamiento puede ser una continua oración. Podemos convertirnos así en “tierra buena”.
En esta noche en el campo gallego silencioso, con el cielo precioso estrellado, te doy Gracias Señor, por concederme poder disfrutarlo
nuevamente,