Al amo de aquel campo no le extrañó la aparición de la cizaña y sabía perfectamente de dónde venía. Tampoco pareció preocuparle demasiado. Los que estaban más nerviosos eran los criados. Si por ellos hubiera sido la hubieran arrancado ese mismo día. Que haya cizaña en nuestras vidas, en nuestro interior, o a nuestro alrededor, en la Iglesia, nos pone nerviosos a los cristianos. ¡Esto no puede ser!, ¡qué incoherencia!, ¡qué anti-testimonio!. Hay que acabar con la cizaña y dejar solo el trigo puro. El problema de esto es que quitas la cizaña por un sitio y sale por el otro y de paso te llevas por delante la mitad del trigo. A los enemigos de la Iglesia la cizaña es como que les da la razón. ¡Veis!. Ellos arrancarían no solo la cizaña, sino también el trigo, todo a la vez.

Dios es mas sabio. Dice, anda, dejadme a mí que me ocupe de la cizaña. ¿Os creéis que no me he dado cuenta de que hay cizaña? Pues me he dado cuenta, y sé perfectamente de donde viene. También es bueno que lo sepáis vosotros, no seáis ingenuos. Tenéis un enemigo que es muy malo y os quiere hacer daño y os va a poner trampas. Y una de ellas, la más insidiosa, es haceros creer que podéis acabar con la cizaña por vosotros mismos, que en un pis-plas vais a llegar al estado de perfección, con vuestro ingenio y vuestras fuerzas. El enemigo no saca nada de la cizaña. La cizaña solo le sirve para inquietaros y teneros entretenidos a vosotros en intentar arrancarla.

¿Que encuentras cosas malas en tu vida? Eso es que estás haciendo un buen examen de conciencia. Eres como los criados, hubieran sido malos siervos si no hubiesen sabido ver la cizaña o si ni siquiera se hubieran preocupado de vigilar el campo. Fueron buenos siervos por que confiaron en su Señor y dejaron en sus manos la decisión del mejor momento y el mejor modo de arrancar la mala hierba. Arrancar el mal de tu vida es algo que tiene que suceder. Pero no sin que vigiles y sin que dejes actuar al Señor.

¿Quiere esto decir que da lo mismo el mal?, ¿que no importa?. No. El mal es mal y si se puede evitar hay que evitarlo. Esta parábola no nos invita a no darle importancia al mal, sino a dársela. A que nos demos cuenta de que la cizaña está y a que soñemos con el día en que el Señor, por fín, separe la cizaña del trigo. Y solo quede trigo, por que la cizaña será quemada.

Es Dios quién trabaja en nosotros y hasta la cosecha final no estará finalizado el trabajo.