Se puede reconocer a Dios e ir en contra de Él. Eso nos puede dar pistas a la hora de comprender a los enemigos de Dios y de su Iglesia.
¿No es verdad que en muchas ocasiones nos preguntamos: “si éste o aquél dicen que no creen en Dios por qué tanta inquina con las cosas que se refieren a Él, por qué les molesta tanto que yo crea, por qué nos ponen tantas dificultades para que creamos. Lo lógico sería pensar que, si no creen que dejen estar, que miren para otro lado, debería darles igual, deberían dejarnos tranquilos, ellos a lo suyo y nosotros a lo nuestro. Pero no, muchos son como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. La respuesta cae por su propio peso: porque creen. Así de fácil. Y no hay más ciego que el que no quiere ver ni más sordo que el que no quiere oír.
Hoy día hay que defender uno de los derechos del hombre, pero que quizá esté olvidado: el de la libertad religiosa. De vez en cuando hay que acudir a los grandes documentos para repasar en ellos los grandes principios que nos refrescan las ideas para saber lo que somos y a lo que estamos llamados.
Hay mucha gente que, sabiendo la verdad, fuerza las cosas y las tergiversa haciendo lo blanco negro y lo negro blanco, se presenta como progresista lo que va contra la libertad, y deja tiritando a las personas, porque las deja desprotegidas de lo que son sus derechos.
Cuando se intenta reducir, por ejemplo, la religión al ámbito de lo privado se está haciendo algo de esto, porque se impide que las personas vivan su fe como tienen el derecho a vivirla. Si como se pretende, a veces, en borradores de “modus operandi” de algunos partidos, se ponen dificultades a manifestaciones de religiosidad popular, como romerías, procesiones, etc., porque eso ya está pasado, o dando otras explicaciones técnicas o tópicas, se está potenciando que la libertad religiosa quede a la intemperie.
Otro modo es desacralizar lo sagrado: intentar, con gran celo cultural, convertir en salas de concierto de música no religiosa ámbitos que son sagrados.
Vamos a pedirle a Nuestra Madre la Virgen que nos ayude a dar gloria a Dios, de verdad, no con la boca chica, o de labios para afuera, sino desde dentro. Somos sus amigos, o mejor, sus hijos.
Querido hermano:
Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o dejar las urgencias para acompañar al que se quedó al lado del camino.
A veces es como el padre del hijo pródigo que se queda con las puertas abiertas para que cuando el hijo regrese pueda entrar sin dificultad.
Retener a Jesús y controlar la gracia es estructurar la fe de tal forma que no nos inquieta que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesús, sin una comunidad de fe que les ayude a crecer y sin un horizonte de sentido y de vida.
Reza cada día el Santo Rosario en Radio María, a las 9:25, horas Am. Pide por las personas, perdidas y desorientadas, para que encuentren a Jesucristo. Por la Paz en el Mundo.
En este mundo de oposiciones, de rechazo, indiferencia, ateísmo, surgimiento de ideologías, que rechazar a Dios es muy fácil; en cambio serle fiel, aceptarlo, sortear todas esas oposiciones que se hacen a Dios es difícil, pero con la ayuda de él, de su asistencia del Espíritu Santo, saldremos victoriosos contra el mal desatado por satanás. Pidamos que nuestra Mamita María nos de esa fortaleza a través de su manto protector para protegernos del mal. Que Dios siga asistiendo con sus dones a los santicos de Dios directores de esta página para que sus mensajes toque nuestros corazones y nos lleve verdaderamente a la conversión. Gracias muchas bendiciones santicos de Dios en su quehacer pastoral.
Jesús curaba a todos los enfermos que le traían. Según El mismo dice en otras ocasiones, se curaban porque tenían fe.
También nos puede curar a nosotros de todas las dolencias físicas y espirituales. Lo tenemos muy fácil: El está siempre con nosotros. Lo dice en el Evangelio y lo corrobora San Pablo al confirmar que somos templos de su Espíritu.
Ya estamos con El. Ahora solo falta la fe y la oración: creer que está ahí y nos puede curar, y pedírselo.