Desde pequeño el día de hoy ha sido en mis recuerdos un día de ilusiones y de experiencias de fiesta en mi vida. Las fiestas de mi pueblo son en honor a Nuestra Señora de la Soledad y estos días eran para disfrutar de las celebraciones festivas religiosas, y lo que a un niño y adolescente le aporta sus eventos y una feria con tus amigos y familiares.
Por ello, quizás he entendido mejor el profundo significado de la escena del evangelio de hoy, como el testimonio de San Pablo en el comienzo de la carta a Timoteo. La Cruz supera el dolor y es fuente de amor y de vida para todos aquellos que la acogen y la afrontan con confianza en el Señor. Ellos son los que están con Jesús en esta escena: María, su Madre, algunas mujeres y Juan. Jesús construye su Iglesia, la bendice y llena de relaciones de amor entre los que la forman. La maternidad espiritual y de fe de María en la Iglesia, realizada por Cristo a través de su discípulo amado, nos muestra la riqueza y el misterio de amor que nos salva del dolor, la injusticia y la incomprensión; que nos salva del pecado.
Nunca estaremos solos. Nunca nos abandonará el Señor, ni siquiera cuando nosotros le abandonemos. No nos olvidemos que detrás de la Cruz está la resurrección, el triunfo, la Vida. En la Cruz, el Señor se queda definitivamente y es un Dios que es Padre y Madre a la vez. En Nuestra Señora de los Dolores lo podemos percibir y comprender. María está en primera fila y a su lado en el dolor y el sufrimiento. Por ello, Jesús le concederá la gracia de poder estarlo ahora a nuestro lado.
Por consiguiente, es una fiesta y una alegría gozar de este cuidado y protección de Dios para con nosotros, de tener esta ayuda y consuelo. Algo que sencillamente lo he sentido desde pequeño y doy gracias con nuestra Madre por ello.
Con la Virgen, Madre en el dolor, aprendemos y sentimos que Tu eres, Señor, el lote de mi heredad y me sacias de gozo en tu presencia. Esto es lo que tengo y tienes, ¿cómo lo vives?
“Deberíamos de aspirar a ser como María”
María no fue obligada a recibir al Hijo del Altísimo. Ella quiso libremente cooperar. Y sabía, además, que el precio del amor habría de ser muy caro. “Una espada de dolor atravesará tu alma” le profetizó el viejo Simeón.
La madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe a un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo, nuestra misión será fecunda porque está modelada sobre la maternidad de María.
Hay otra expresión maravillosa en el Evangelio de hoy: “Tengo sed”. Está hablando de ti, tiene sed de ti, de tu vida, de tus lágrimas, de tus logros. Confíate a Él y no dudes en acoger a María como madre y maestra.
Rezamos junto a María, el Santo Rosario cada día. Pedimos por la Paz en el Mundo.
Tu hermano en la fe: José Manuel..
Dios es la Santísima Trinidad, compuesta por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios no es madre.
La única Madre es la de Jesucristo,
Dios y hombre verdadero, pero Ella no es Dios.
Ayer mirábamos al Crucificado para aprender a llevar nuestra cruz de cada día. Hoy miramos a su Madre para reforzar el ejemplo de Jesús y tratar de llenarnos de su humildad.