La primera lectura de hoy es muy importante para la historia de Israel, y la nuestra. El rey Ciro marca el fin del destierro y una nueva época, en la cual se restaurará el Templo. Ha acabado el tiempo de purificación, de humillación, por medio de un pagano.
Esto nos enseña varias cosas, creo yo. En primer lugar, que Dios se puede servir de toda persona para enseñarnos y para actuar en nuestra vida. No solo de los más santos que nos acompañen en nuestra vida espiritual, sino de cualquiera, ¡incluso de los que vemos en el telediario y, quizás, nos causen cierta repulsa o desagrado! Como veíamos ayer, sus planes no son nuestros planes.
En segundo lugar, que aun aquellos que «no son de los nuestros» pueden jugar a nuestro favor. Recordemos también las palabras del Señor: «el que no está contra nosotros, está con nosotros». No seamos de aquellos que quieren que baje fuego del cielo, de esos hay muchos, pero el Señor los corrige. Tratemos de reflexionar hoy sobre quiénes son los Ciro de nuestra época, de nuestro alrededor. La Palabra de Dios para hoy es «viva y eficaz».
“El candil se pone en el candelero para que los que entran tengan luz”
Cuando nuestra vida ilumina a los demás, percibimos más fuerza y claridad. Son las matemáticas de Dios: quien más da, más tiene y más recibe. Por eso Jesús dice: “Al que tiene, se le dará; y al que no tiene, se le quitará incluso lo que cree tener.
El Evangelio nos aclara también que no hay nada oculto que no vaya a descubrirse. Esta verdad nos tiene que ayudar también a vivir con coherencia, sin doblez, sin interés egoísta, sin fingir lo que no somos. Más bien, siendo generosos, comprensivos, disculpando, pues no habrá secreto que no quede descubierto en lo bueno y en lo malo.
Existen dos causas que producen mucho dolor: no decir lo que pensamos y no hacer lo que decimos, de ahí que cuando uno no vive como piensa, acaba pensando como vive.
¡Cuidado!, pues no hay secreto que no llegue a saberse. Vive entregando lo mejor de ti, mostrando tu luz y compartiéndola con todos.
¡Qué hermosa misión la de dar luz al mundo! Es una misión que tenemos nosotros. ¡Es hermosa! Es también muy bello conservar la luz que recibimos de Jesús, custodiarla, conservarla. El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva luz, que siempre da luz. Una luz que no es suya, sino que es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. Y nosotros llevamos esta luz. Si el cristiano apaga esta luz, su vida no tiene sentido: es un cristiano sólo de nombre, que no lleva la luz, una vida sin sentido. Pero yo os quisiera preguntar ahora: ¿cómo queréis vivir? ¿Como una lámpara encendida o como una lámpara apagada? ¿Encendida o apagada? ¿Cómo queréis vivir? [la gente responde: ¡Encendida!] ¡Lámpara encendida! Es precisamente Dios quien nos da esta luz y nosotros la damos a los demás. ¡Lámpara encendida! Ésta es la vocación cristiana. (Ángelus, 9 de febrero de 2014)