Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo, como muchas veces parece cuando decimos: «hay peligros», «fulana por aquí se perdió», «el otro se engañó», «el otro, que rezaba mucho, cayó», «hacen daño a la virtud», «no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones», «mejor será que hilen», «no han menester esas delicadeces»… (Camino de perfección, cap. 21, 2).

Al leer el Evangelio de hoy me ha venido a la cabeza estas palabras de Santa Teresa de Jesús, que lo dice mucho mejor que yo.  U sacerdote amigo desconcertaba mucho a sus penitentes cuando después de decir sus pecados lo primero que les preguntaba era: “¿Pero tú te has decidido a ser santo?” Y es que muchas veces no es cuestión de fuerzas -que ya te las dará Dios-, sino de decidirse y tomar una muy determinada determinación.

“Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tornó la decisión de ir a Jerusalén”.

La voluntad de Jesús tenía que tomar esa decisión, aunque los comienzos no fueran fáciles, Él sabía que su ir a Jerusalén no sería un camino de triunfo humano. No lo hizo esperando aplausos o éxitos, sino abrazando desde ese momento la cruz, venga lo que viniera, suceda lo que sucediere.

A San Francisco de Borja ver el cadáver corrupto de Isabel de Portugal le hizo decir: “No volveré a servir a señor que se me pueda morir.”  A ti y a mi ¿qué nos tiene que pasar para tomar esa determinada determinación? ¿Acaso estamos ciegos ante un mundo que agoniza por falta de santos? No nos importa el aplauso ni el reconocimiento humano, no queremos que nos lo agradezcan, solamente que El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Éste ha nacido allí». Y cantarán mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti».

Jesús sube a Jerusalén por ti y por mí, y no por lo bueno que somos sino por nuestros pecados. Si somos de Cristo ¿aún nos cuesta tanto subir a la cruz?

Reza hoy los misterios dolorosos, cada ave María es un peldaño hacia la cruz. De la mano de María acabamos como empezamos, con Santa Teresa de Jesús: “Aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera” -Santa Teresa, Camino de perfección, 21, 2.