Hace ya bastantes años que dejé de fumar, como unos 15, y desde entonces, aunque todavía me apetece, no he vuelo a tocar un cigarrillo. Algunas veces, en bodas y cosas así, me he dicho: «por uno no pasa nada». Pero no lo he probado por que siempre me acuerdo del evangelio de hoy: «…cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice: “Volveré a mi casa de donde salí”.  Al volver se la encuentra barrida y arreglada.  Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio». Así que no me arriesgo que sé que como caiga no es uno, es toda la cajetilla, y volver al vicio y más enganchado que antes.

No se puede dialogar con la tentación. No se puede caminar por la cuerda floja. No se puede estar siempre buscando la delgada linea roja. Cada uno de nosotros se tiene que conocer bien. No se puede probar todo, no se puede jugar a todo, no se puede ser como todo el mundo. No todo vale. Cosas que a a otros no les afectan a mi me hacen daño. No está muy de moda la afirmación siguiente pero lo voy a poner: «la vida cristiana es combate», contra uno mismo para empezar y contra el enemigo siempre.

La imagen del evangelio sugiere que el enemigo es muy activo y que no se ceba en los que no tienen remedio sino que quiere recuperar terreno y hacer caer torres altas.