Hay mucha gente que se asusta con esto de que a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre, como si Dios viniera con una guadaña para segar vidas en la última hora de nuestra existencia. Y la gente, como no quiere morirse, porque da como miedito cruzar el umbral, pues nada, que el Señor está a la puerta con ganas de importunarnos. Madre mía, sería una interpretación muy pobretona si fuera  cierta. El Señor sólo está detallando el procedimiento habitual de hacerse presente en medio de los hombres. Nos dice que Él es siempre la sorpresa, lo inesperado. Porque inesperado fue para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para Herodes, para Pilato, para los mismos Doce, para María Magdalena después de resucitar… Todo en Él pertenece al ámbito de lo inesperado. Entonces sí, cuando menos lo penséis viene el Hijo del Hombre.

¿Has pensado alguna vez la imagen que tienes de tu vida?, es decir, si te dieran papel y bolígrafo, ¿qué responderías en imágenes a la pregunta sobre el sentido de tu existencia? Una chica me dijo el otro día que para ella la vida es un armario de Ikea por montar. El ejemplo, personalmente, me parece espantoso, porque los suecos en cuestiones de bricolaje me ponen un poco de los nervios. Siempre que vas a hacer una estantería, terminas con quince arandelas de más, o te preguntas por qué no usaste todos los tornillos y hay que tirar la mitad. Y el armario tampoco queda lo que se dice perfecto. Otra persona me dijo una vez que la vida le parecía hermosa como una taza de porcelana, pero igual de frágil. No sé, uf, me parece que vivir sería entonces algo parecido a salir poco de casa, arrimarse al brasero y no tener mucha confianza con la gente, a ver si nos van a torcer la vida.

Muchos padres le dicen a sus hijos que la vida es lo que ellos quieran que sea, es decir, que hay que trabajársela, es un mecanismo que pone en marcha la propia voluntad. Sin voluntad y sin ambición no hay progreso, ni vida, ni nada. Entonces, los chavales pensarán que la vida tiene sentido a golpe de pedaleo, y se sostendrá mientras no se deje de pedalear. Pero ninguno de estos ejemplos es atinado , porque las cosas que nos hacen verdaderamente felices son las que nos llueven de repente sin haberlas programado. ¿Quién programó el amor?, ¿quién programó la conversación casual entre padre e hijo, en la que el hijo le dice lo mucho que su padre le ha influido en su seguridad emocional? ¿Quién programó aquella Navidad en la que todos estuvisteis bloqueados en casa por el temporal, jugasteis a las cartas hasta las mil y hablasteis de cosas inimaginables?

Dios aparece siempre en la hora impensable, que es justamente la hora que no se piensa, la que no se ve venir, cuando estamos desprevenidos o cansados, cuando pensamos que todo es estúpido y vivir es una tragedia griega. Cuando decimos que hemos tocado fondo y no hay más que hablar. Dios es la sorpresa. Sólo te pide una cosa, prepárate para la sorpresa. No mires a tu propio pecho, no te remires como un adolescente ante el espejo. Prepárate porque cada segundo, como dice Jon Fosse, el Premio Nobel de Literatura de este año, es la posibilidad de entrar en el Reino de Dios.