MIERCOLES 15 NOVIEMBRE (SEMANA 32 TO CICLO A) LIBERTAD INTERIOR

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.

Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»

Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»

Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»

Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

LIBERTAD INTERIOR

Con el encuentro cara a cara con cada hombre y sus circunstancias, Jesús nos descubre que a la postre también todos nos retratamos con nuestros gestos. Sólo uno de los diez leprosos curados volvió para darle gracias a Jesús. Y al subrayar que se trata del único extranjero, de un samaritano, nos dice a todos que las apariencias engañan, y que al final lo que cuenta es el corazón, que siempre se manifiesta, y no el “curriculum religioso” del que se gloriaban no pocos compatriotas de Jesús.

Tres enseñanzas, por tanto, sobre nuestra libertad:

  • En primer lugar, que nunca es tarde para elegir o reelegir el camino de la verdad, como Naamán el sirio, y reconducir la vida;
  • En segundo lugar, que aunque ahogasen nuestra libertad exterior, y aunque parezca que la corriente del “todos viven así” nos arrastre, siempre nos queda la libertad interior y el poder decidir, en el fondo del corazón, seguir el camino recto con Dios y hacia Dios;
  • Y en tercer lugar, que si nuestro corazón va a la conquista de la verdadera libertad, deviene en la humilde y permanente actitud de alabanza y de agradecimiento a Dios y a los demás.

Edith Stein nació en 1891, en una familia judía alemana. Fue su interés desarrollado por la filosofía el que, tras el abandono de la práctica religiosa, la llevó a encontrarse con los testimonios de santa Teresa de Jesús y otros grandes místicos, a bautizarse, y a consagrarse como contemplativa en la orden carmelita. Nunca renegó de sus raíces judías, sino que hizo suyo el sufrimiento de su pueblo en la feroz persecución nazi. Sintió que en el exterminio sistemático de los judíos se cargaba la cruz de Cristo sobre su pueblo, siendo deportada y ejecutada en el tristemente famoso campo de concentración de Auschwitz. Su imagen de santidad permanece como anuncio del evangelio de la cruz, con el que quiso identificarse en su mismo nombre de religiosa. Ella encontró a Dios Padre buscando la verdadera libertad, encontró a Cristo, el Hijo de Dios, en la experiencia de la cruz abrazada libremente, y encontró al Espíritu Santo en la oración contemplativa donde vivió le zenit de la experiencia de la libertad, convirtiéndose en una de las grandes místicas del siglo XX.