Jesús expulsa el mercado del Templo. Quizás nos sentimos arrebatados por la santa ira del Señor. ¡Cuántas veces no se ha profanado la casa de Dios! En la historia no faltan ejemplos de personas que han intentado traficar con la religión … El único lugar dónde se podían ofrecer sacrificios era el Templo de Jerusalén. Hacia allí afluían judíos de todas partes dispuestos a hacer su ofrenda. Por eso, alrededor del templo, empezó a organizarse un mercado donde comprar las reses para los sacrificios y también cambiar moneda para contribuir con el Templo. Es muy probable que, poco a poco, el mercado fuese ganando espacio al Templo y para muchos llegara a ser más importante que el mismo edificio religioso.

La enseñanza de Jesús es que con Dios no se mercadea. No hay nada que nosotros podamos darle y que, a cambio, podamos esperar una compensación. Ni tenemos derecho a enriquecernos a costa de la religión ni, tampoco, podemos olvidar el don gratuito de Dios.

El Templo, dice Jesús, es casa de oración. Es decir, de diálogo con Dios. En un mercado lo importante es la mercadería, más que las personas. Al final hay clientes, vendedores y dinero y género que cambian de manos. Es una relación bastante superficial. En cambio, Jesús, nos ha introducido en la intimidad con Dios. Lo más importante es tratar con Él, cara a cara, como dos amigos. Lo que decía santa Teresa: “para mí la oración es tratar de amistad con aquel que se que me ama”. No es que ofrecer sacrificios estuviera mal. Al contrario. Incluso los del Antiguo Testamento estaban prescritos por la misma ley mosaica y, por tanto, eran queridos por Dios. De lo que se trata es que el sacrificio conduzca a una relación auténtica con Dios. No es un fin en sí mismo. Nace del amor y conduce al amor.

Dios quería quedarse con el hombre y, a veces, sólo le llegaba el humo de los animales. Y los que habían ofrecido el sacrificio quizás se iban pensando que ya estaba todo en orden. Pero no habían tratado con Dios. Dedicaron más tiempo a regatear el precio del buey o de los pichones que ofrecían que a hablar con Dios. Cumplían con la religión, pero no ejercían de amigos de Dios.

También nuestra madre la Virgen es el lugar donde Dios se encuentra con el hombre, y el lugar donde el hombre puede acceder a Dios.