“El lunes por la noche comenzó una erupción volcánica en la península islandesa de Reykjanes, lo que provocó que la defensa civil se pusiera en alerta máxima. Al parecer, la erupción se produjo a unos 3 kilómetros de la ciudad de Grindavik.” Así leía en las noticias…, pero muy lejos me queda Islandia para preocuparme. ¿O no tan lejos?

El confesionario enseña mucho, no por lo que te dicen, sino cómo te lo dicen. Muchas veces digo a la gente que se confiesan al revés, empiezan por el sexto mandamiento, pasan al quinto (por hablar mal de la gente), luego al cuarto y acaban con la cosa, ya sin importancia, de haber rezado poco o no haber ido a Misa el domingo pasado. Les digo que Dios no es tonto, y si puso el sexto en sexto lugar sería porque ese era su sitio, y si procuran rezar cada día, cuidar a su familia, buscar lo bueno de cada persona o corregirlos con caridad si es necesario… El sexto mandamiento queda tan lejos como Reykjanes ¿O no?

María dijo al ángel:

«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

La virtud de la santa pureza, la gran desconocida de nuestras homilías y predicaciones. Parece que hemos tirado la toalla y como nos acusaban todo el día de estar obsesionados con el sexto mandamiento lo hemos desterrado de nuestras pláticas. Sí, decimos que está mal, pero no por qué impide vivir los cinco mandamientos precedentes. La impureza nos encierra en nosotros mismos, nos empequeñece el corazón y como el volcán de Reykjanes extiende su lava y calcina todo lo que está a su alrededor. La impureza es muy pringosa y afecta a todo lo que está alrededor. Se disfraza de amor y de entrega, cuando sólo es egoísmo. Nos impide descubrir la acción de Dios en nosotros y en los demás y es experta en justificarse.

De las cosas que más me duelen cuando se habla de bendecir (decir que hacen bien),  a parejas homosexuales o a no matrimonios que conviven es que hemos dejado de anunciarles el cielo, nos da igual que se condenen mientras hablen bien de nosotros que iremos de la mano con ellos hasta el infierno. Sé que son palabras duras, y yo no soy nadie para juzgar, el juicio, sólo le corresponde a Dios, que elige la pureza María para ser la madre de su hijo.

Tal vez hoy no esté muy acertado ¿o sí? No lo sé. La lava quema y molesta y el humo no deja ver bien el horizonte. Miraré a María, pe pediré la virtud de la pureza y que nunca me crea que alguien no es capaz de llagar al cielo por la misericordia de Dios.