Dice el Papa bastantes veces que no estamos en una época de cambio, sino en un cambio de época. No tengo yo una visión tan amplia, supongo que tendrá razón. Lo que sí sé es que Dios de vez en cuando te rompe la historia. Piensas ser ingeniero agrónomo y de pronto se cruza en tu vida la propuesta de ser sacerdote. Haces planes para la parroquia y el Obispo te cambia de destino. Así lo veo en mi vida y en la vida de tantas y tantas personas. Por ello no tengo mucha fe en los planes a largo plazo -aunque a veces haya que hacerlos-, sino en la acción de Dios. Lo mejor es que esto ocurre en los planes de los buenos y de los malos.

A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:

«¡No! Se va a llamar Juan».

El que Dios te cambie los planes a veces desconcierta e incluso puede fastidiar. Para no enfadarnos mucho primero pensemos la de veces que hemos fastidiado los planes de Dios en nosotros, tiene derecho a “tomarse su venganza”. ¡Un Dios vengativo!, ya se me va a escandalizar alguno. Pues sí, un Dios vengativo, pero como dice el Cardenal Sarah en uno de sus libros: “La venganza de Dios es amarte”. A muchos les gustaría que Dios no amase a los hombres. Justificaría nuestros egoísmos, nuestras infidelidades y nuestra falta de entrega—, por fin tendríamos a quien echarle la culpa. Sin embargo, a pesar de que volvamos una y otra vez a adorar a nuestros ídolos sigue queriéndonos. Y para demostrar su amor a la humanidad cuenta contigo, cuenta conmigo.

Sin duda alguna Zacarías e Isabel no imaginaban la vida de su hijo en el desierto, vestido de piel de camello y predicando la conversión. Sin embargo, confiaron que lo que iba a ser de aquel niño sería lo que Dios quisiera.

Padres, no tengáis miedo a que vuestros hijos e hijas se les plantee la vocación sacerdotal o religiosa. Tal vez no sean vuestros planes, pero si son los planes de Dios poned en Él vuestra confianza. Incluso pedídselo a Dios. Tal vez no sea el hijo que pensáis que es el más preparado, ni el más bueno. Como tampoco se pensaba que David fuese rey de Israel, pero si es el que Dios quiere confiad en que será feliz -con problema, claro, pero feliz- y también será vuestra alegría.

Adviento, esperanza. De la mano de María superaremos esta sequedad de vocaciones.