La mañana de la resurrección todo son carreras. María la Magdalena sale corriendo del sepulcro; Juan y Pedro echan a correr, hacia el sepulcro. Juan corre más que Pedro. Cuando uno tiene algo increíble que contar hay prisa. «Voy a dar un paseíto hasta el cenáculo para avisar que Cristo ha resucitado». Pues no, no es así. Voy a echar una carrera que voy a parecer un loco. «Oh, que dicen que el sepulcro está vacío…¿quedamos luego para ir a verlo?». Tampoco son así las cosas. Ni un rayo recorre tan rápido la distancia entre el cielo y la tierra o entre la tierra y el cielo.

«Lo que hemos oído, lo que hemos visto… os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna»

Es urgente. No hay tiempo que perder. El que ha visto y oído corre, pero no como pollo sin cabeza, que no sabe a donde va. Corre y tiene muy claro por qué corre. La vida cristiana no es un camino zen, la vida cristiana es carrera, es aventura, andanza, ajetreo, jaleo, … «lio»