Hay gente que dice que quiere hacer muchas cosas antes de morirse, a saber: plantar un árbol, escribir un libro; cosas así y otras no tan triviales. El anciano Simeón aspiraba a no morir antes de contemplar con sus propios ojos a Aquel a quien nosotros se nos ha dado contemplar: el Mesías, Jesús. Según el cántico del anciano, que la Iglesia hace suyo todas las noches, al final de cada jornada, todos nosotros podemos ya partir en paz, por que nuestros ojos han visto al Salvador. No es que queramos morirnos ya pero afirmamos con fe que ya no hay en nuestra vida aspiración mayor, objetivo más alto, meta más deseable de alcanzar que la que nos ha sido dada en Jesucristo. ¿Qué más puedo esperar de la vida después de haber contemplado con mis propios ojos al Señor? ¿Qué más me puede ofrecer?… parafraseando al apóstol Pablo, sí, hay una cosa: tiempo para darlo a conocer.

Poder decir «ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz» es haber celebrado la Navidad en serio