Jesús no deja de atender a tanta “gente que no los dejaban ni comer”. La actividad apostólica del Señor no conoce descanso. Se entrega del todo, sin reservarse nada. Y aún se añade otra barrera que debe superar en su empeño apostólico: al ver semejante nivel de esfuerzo, “al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí”. De este modo nos invita a entrar en esa labor apostólica superando cansancios, respetos humanos… Este es camino de construcción de unidad.

Todos los bautizados estamos llamados hacer apostolado y de este modo extender el Reino de Cristo, para que todos nos reunamos bajo un único Pastor. “La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado (…). – Se trata de un deber y un derecho de todo bautizado – “Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo Cabeza. Ya que insertos en el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor. Son consagrados como sacerdocio real y gente santa (Cf. 1 Pe., 2,4-10) para ofrecer hostias espirituales por medio de todas sus obras, y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo. (…) Por consiguiente, se impone a todos los fieles cristianos la noble obligación de trabajar para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado por todos los hombres de cualquier lugar de la tierra.” – (Concilio Vaticano II, Apostolicam actuositatem, 2, 3 –

Para ello no podemos dejarnos vencer por cansancios, superando cansancios y pereza, sin dejarnos vencer de la comodidad.  Respetando la libertad de las conciencias, pero sin miedo a manifestar toda la verdad sobre el hombre manifestada por Jesucristo. Siguiendo la exhortación de San Pablo a Timoteo: “te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino: Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, buscarán maestros a la medida de sus propias pasiones, por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio” (2 Tim 4,1-5) Predicar a tiempo y a destiempo “¿A quiénes insistiré a tiempo, y a quiénes a destiempo? A tiempo, a los que quieren escuchar; a destiempo, a quienes no quieren. Soy tan inoportuno que me atrevo a decir: ‘Tú quieres extraviarte, quieres perderte, pero yo no quiero’. Y, en definitiva, no lo quiere tampoco aquel a quien yo temo. – (Del sermón de San Agustín, obispo, sobre los pastores)

Virgen María, Reina de los Apóstoles, danos una audacia apostólica que, respetando a todos, nos permita superar las barreras para anunciar la vida nueva que nos tare tu Hijo.