JUEVES 1 DE FEBRERO DE 2024, IV SEMANA TO CICLO B, DE DOS EN DOS

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

DE DOS EN DOS

Cada vez que contemplamos el rostro del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, recordamos su mandato de amor mutuo: “que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn 13,34). Y descubrimos como su principal obra entre nosotros fue formar una “escuela de comunión” con sus apóstoles, pues “lo primero que hizo Jesús fue crear una comunidad en torno a sí. Empezó a compartir la vida con aquellos hombres, a morar con ellos, a ir a sus casas, a salir de pesca con ellos, a ir a una fiesta de boda… Sus palabras dichas con autoridad, su predicación, sus milagros, sus curaciones, sus disputas con los fariseos… todo es llevado a cabo delante de sus discípulos, es decir, teniendo como primeros interlocutores a aquellos a los que había llamado a vivir con él, a compartir su vida”.

Y estamos persuadidos de que Cristo Resucitado, en todas y cada una de sus presencias, nos sigue urgiendo a la comunión y convocando a su escuela de comunión, pues además de hacerlo continuamente a través de su Palabra, y de congregarnos y donarnos la comunión misma a través de la eucaristía, nos ofrece como tesoro para acoger y vivir la comunión su presencia en medio de nosotros, pues para garantizar esta comunión en la unidad, para que no sea nuestra unidad, mediocre, limitada, engañosa, Jesús ha querido quedarse entre nosotros: “dónde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18,20). Y Jesús en medio rompe todas las barreras (sociales, políticas, étnicas, religiosas, raciales, de todo tipo), y trae la paz. Y Jesús en medio convierte, Jesús en medio transforma las situaciones, Jesús en medio ilumina, Jesús hace en medio milagros. De hecho, como explicaba San Gregorio Magno, Jesús manda a sus discípulos a predicad de dos en dos, porque quien no tiene a Jesús no puede dar a Jesús (Cf. Mt, 7,11).

Y cada vez que imploramos al Espíritu Santo, y nos dejamos iluminar por su luz, descubrimos como renueva los corazones de los hombres, congrega constantemente a los cristianos a la Iglesia, asiste siempre a la comunidad cristiana, concede a la Iglesia los dones ministeriales y los dones carismáticos, realizando así el milagro de su unidad en la pluralidad, y reúne y reconcilia los pueblos dispersos y enfrentados, unificando a la humanidad entera. De ahí que, como nos enseña el Papa Francisco, debamos implorar la gracia de la comunión, porque “el secreto de la unidad en la Iglesia, el secreto del Espíritu, es el don. Porque Él es don, vive donándose a sí mismo y de esta manera nos mantiene unidos, haciéndonos partícipes del mismo don (…) El Espíritu, memoria viviente de la Iglesia, nos recuerda que nacimos de un don y que crecemos dándonos; no preservándonos, sino entregándonos sin reservas”, “hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud” (Efesios 4, 13).