Vivir es sinónimo de elegir. Desde el momento en que uno abre los ojos a la mañana está llamado a tomar decisiones. «¿Me levanto? ¿Cinco minutos más?» Es justo en el arte de elegir donde ponemos en juego el precioso don de nuestra libertad. Solamente puede elegir aquel que le han permitido tener varias opciones. Esto lo que encontramos en la primera lectura de hoy: «Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición» (Dt 30, 15-20). Cada una de nuestras decisiones tienen una trascendencia, no solo aquellas que pareciera que tienen mayor repercusión.

Esta sabiduría hace que los cristianos no vivamos ni un solo segundo de nuestra existencia como tiempo muerto, o tiempo basura. ¡La vida no puede ser eso que sucede esperando al próximo gran evento que tengas! Cada segundo está bañado de la presencia de nuestro creador, y cada momento es amado por quien nos sostiene en el ser. Por eso los cristianos no seguimos normas, sino que vivimos un estilo de vida: el estilo de los que seguimos a Cristo. Esta forma de vivir es muy concreta y a ella nos apunta el Evangelio de hoy (Lc 9, 22-25): «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga».

Elegir a Cristo no se hace de una vez para siempre, se hace siempre cada vez que nos toca elegir: «¿Cómo elijo tomarme esta adversidad? ¿Cómo quiero mirar a mi compañera de trabajo? ¿Cómo empleo mi tiempo libre? ¿En qué o con qué invierto mi dinero?» son preguntas en las que Cristo está invitado a responder y a participar. Lo fácil sería elegir seguir a Dios como quien elige un pantalón. Pero elegir a Cristo nunca será algo fácil e insulso, porque es una respuesta del día a día. O mejor aún: minuto a minuto. Esta tremenda conciencia de que cada segundo es único y un regalo de Dios, lejos de agobiarte, posibilita que deseemos vivir con toda la verdad posible. Porque sabemos que eligiendo perder la vida por Cristo y su evangelio es lo único que hace al hombre feliz, ya que, como nos dice Jesús hoy, «¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».

Empezar la Cuaresma dando gracias a Dios por cada instante que nos regala es la mejor manera de elegir en cada una de nuestros momentos cotidianos la Vida, Cristo, que es la única manera de vivir de verdad.