Con los gestos y palabras de la Institución de la Eucaristía, Jesús nos revela el misterio profundo de su persona y misión. Él se entrega completamente a nosotros en la Eucaristía, recordemos que no es una víctima como en el antiguo Israel sino que la ofrenda es Él mismo, haciéndose alimento espiritual para que podamos participar de su vida divina y ser fortalecidos en la fe, la esperanza y la caridad.La Eucaristía es el corazón de la vida cristiana, pues en ella encontramos a Jesús vivo y presente, ofreciéndose como sacrificio de amor por la salvación del mundo. Al participar de este sacramento, somos incorporados a Cristo y nos convertimos en su Cuerpo Místico, llamados a ser testigos de su amor en el mundo.

La Eucaristía es la manifestación más viva de la presencia de Jesús. En la celebración de la Santa Misa se hace presente mediante su palabra, en la persona del Sacerdote y de manera inigualable se hace presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en las formas consagradas. Ante tal misterio no queda decir más que lo que decía Santo Tomas de Aquino “Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte”

La Eucaristía es el memorial, se hace presente, se actualiza el misterio de nuestra redención, por eso como rezamos cada día en la Misa “cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte Señor hasta que vuelvas”, esperamos su gloriosa venida, es el cielo en la tierra y prenda de la gloria futura.